Capítulo 20

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EPÍLOGO

EL FIN DEL CAMINO ANTE LA LUZ DEL ATARDECER.

La joven mesera, alarmada, se debatía entre llamar de nuevo a la ambulancia o a la policía. La anciana llevaba ya varios minutos tendida sobre la silla, sin dar señales de vida. La había escuchado pronunciar disparates, pero nunca, en sus pocos años de vida, se habría imaginado contemplar a una mujer casi muerta justo en su turno y peor aún, al encontrarse sola de turno.

Afuera, el cielo dio los primeros indicios de una lluvia repentina, aquel paisaje gris ahora oscurecía el exterior. La muchacha, asombrada por los sucesos que acontecían, dirigió la vista a la ventana como queriendo que la situación cambiara. Al ver el cielo plomizo que anunciaba una posible lluvia, se estremeció. Decidió que debía prender el resto de las luces de la cafetería pero la mujer tendida en el piso le preocupaba demasiado como para dejarla sola siquiera por un segundo.

Tras varios minutos de espera, la mujer abrió los ojos, parecía una persona que apenas despertaba de un sueño; se giró inmediatamente en dirección a la joven que le contemplaba con una expresión de alarma. —Lo he recordado todo —dijo como si la joven comprendiera de lo que estaba hablando.

—Me ha tomado mucho tiempo pero por fin, a mi mente, han llegado los recuerdos de aquella tarde de abril—. Señora, no hable —aconsejó la muchacha. se frotó el dorso de la mano derecha con la palma de una ya enrojecida palma izquierda, rio de nerviosismo y no pudo evitar mostrar una mueca de impotencia.

—Mi padre murió esa noche, cuando me encontraron —Continuó hablando la anciana—. Estuve apenas unos minutos perdida, pero en realidad el tiempo fue distinto dentro de aquella casa. —No comprendo de lo que me habla. Guarde silencio, la ayuda casi viene en camino...

—¡Tuve que hacerlo! —gritó de pronto la anciana sin prestarle atención a la camarera—, sino lo hubiera hecho, algo muy malo hubiera sucedido, lo sé. Pero pagué un alto precio por eso.

—Señora, por favor... —la muchacha se echó a llorar al ver que la mujer comenzaba a toser aparatosamente—. Tomé la llave y salí de la casa —continuó—, de no haberlo hecho, habría ocurrido algo terrible, quizá el joven del retrato hubiera conseguido lo que tanto ansiaba o quizá el Señor del Tiempo se hubiese salido con la suya. ¡Hice lo correcto! ¡Sé que lo hice!, pero ya no puedo más. Ya estoy muy vieja, mi hora está por llegar, lo presiento. Prométeme una cosa querida, ¡promete que me ayudarás! Sé que no me conoces y no sabes nada de mí, pero me gustaría que guardaras esto contigo...

—La mujer se descubrió el pecho dejando al descubierto un colgante que sostenía una llave antigua con una rosa marcada en la empuñadura, la arrancó del colgante y se lo entregó a la muchacha. Tienes que mantenerla oculta. No debes dejar que nadie la vea, ¡Absolutamente nadie debe saber de su existencia! —tosió de nuevo—, tampoco debes llevarla contigo. La casa está en cualquier parte, seguro te buscará. ¡Prométeme que la vas a resguardar! ¡Promételo!

En aquel momento, dos oficiales de policía ingresaron por la puerta, tras ellos iba una pareja que vestía de blanco, parecían enfermeros pero pronto la muchacha comprendió que en realidad pertenecían a la Asociación y Protección Humana de Trastornos Mentales ( A.P.H.T.M.)

—Nosotros nos encargamos —dijeron al mismo tiempo—. Ambos oficiales de policía se acercaron a la mujer, tomaron sus signos vitales, le hicieron algunas preguntas a la anciana pero esta no respondió. Lo único que hacía era mirar constantemente a la camarera. Algunos minutos después, llegó una ambulancia perteneciente a la A.P.H.T.M. afuera, algunas personas se encontraban ya reunidas contemplando la escena; la mayoría veía desde el otro extremo de la calle y solo algunos, los que contaban con la seguridad de un paraguas, se encontraban a las afueras de la cafetería.

EL ESPEJO DEL ATARDECER (2023)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz