Capítulo 9: Mating Dance y otros Dances

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Vegetta sonrió cuando todas las miradas estaban en él. Aunque todos estaban fascinados, quizas hasta expectantes, pensaba el Dios, vio como Quackity le observaba con ojos desafiantes.

-¿Que vas a hacer? ¿Vegetta?

Las risas salieron inadvertidas desde su garganta. Se estaba divirtiendo, mucho, estaba borracho de la atención, caliente por el enamoramiento. Vegetta se sentía descontrolado, quería caos, quería gloria, y estaba disfrutando como un niño pequeño al sorprender al hibrido.

Sentía sus mejillas sonrojarse, su piel arder, sus ojos cerrándose. Estaba mareado por una emoción que le nacía se la cabeza a los pies, un escalofrío fugaz, fuerte.

¿Que pasaba ahora?

¿Donde quedaba el serio Vegetta?

Además, matando dos patos de un tiro, terminaba por desenmascarar al mexicano. Quackity parecía esconder demasiados trapos sucios, siendo la revolución de una alcaldía perdida, solo la punta del iceberg.

Amaba las misiones donde él no era él, y se convertía en una persona seductora, llamativa, que cautiva a los humanos como una sirena en medio de una cacería.

Tenía el control.

Y él amaba tener el control.

Guiño al chico, y volvió su atención al lindo humano. Todavía lo miraba, se relamió los labios, le iba a dar un buen espectáculo.

-Algo que tú debes saber muy bien Quackity. ¿No fuiste tú quien engatusó a Guille y a Luzu para crear MamitasPuebla?

-¿¡Lo sabias!?

Rodó los ojos cuando lo escuchó chillar avergonzado.

El Dios había ido allí, bailado con las señoritas y señoritos con poca ropa. Había presenciado sus delicadas coreografías, como con solo el movimiento de sus cuerpos podían hipnotizar a la clientela y si él no hubiera sido tan viejo el podría haber caído en el truco.

-Tengo ojos en el cielo, chico. Además, no es la primera vez que hay ese tipo de establecimiento en Karmaland.

Vegetta agarro con fuerza las cadenas, eran incomodas al tacto pero lo suficientemente resistente para lo que estaba planeando.

Las cadenas formaron una barra de metal que se sujetaba de arriba a abajo del interior del dragón.

-Aunque prefiero los casinos, I like pretty things... cosas brillantes... You know... Me gustan las joyas, el gold, diamonds.... Y más si se pueden robar....

Se fijó en los ojos de Foolish mientras hablaba. Estaba siendo bastante descarado, pero, era lo que la situación ameritaba. Con una mano todavía en la barra, señaló a Foolish con la otra, apretándola como si hiciera el gesto de robarle, o las garras de un gato, no importaba.

Solo esperaba que entendiese, que, junto a el oro, lo que más le gustaba eran las esmeraldas.

-Oh man... Holy shit...

-No mames...

El Dios acarició las cadenas, de arriba a abajo, con las dos manos. En un principio solo eran las puntas de sus dedos, como si estuviera dudado si tocarla o no. Era completamente falso. Pero, le daban una sensación de inocencia a la situación que sería muy divertida convertir en un incendio.

De mientras que recorría la barra, giró sobre los alrededores de esta. Un pie sobre otro, dando un circulo perfecto. Sus botas con tacones golpearon fuertemente el suelo. Cuando hubo dado una vuelta, los miró de reojo, y lamió sus labios. Los sentía secos, sangrantes, quebradizos y los de Foolish parecían tan apetecibles, un bálsamo en pleno desierto. Quería besarlos.

Un Dios en la IslaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant