11

290 56 27
                                    

Hace algunos años Beomgyu no era un tipo al que le gustara salir de su zona de confort. En el presente no era distinto, y era debido a su trabajo que solamente en ocasiones podía hacerlo porque un abogado siempre debía mantener una compostura profesional.

Hace unos años atrás, no fue así.

Era finales de agosto. Lo recuerda. Estaba enojado consigo mismo por haber perdido un caso sumamente importante, le dolió mucho fracasar en el juicio, pero le dolió más la mirada decepcionada de su padre.

Estaba furioso, tanto que las lágrimas de enojo se bajaban del mismo modo de sus ojos. Su padre no quería verlo, Beomgyu tampoco soportaba verse en un espejo después de su fracaso. Él era un fracasado.

Se alistó sin nada porque su mente estaba en espiral, tanto que solamente tomó el primer metro que vió a punto de salir y se adentró como uno más de los pasajeros. Todos lo miraron inquisitivos, un hombre de metro ochenta vestido de traje de gala con una mirada perdida era algo inusual.

Con sólo mirar el traje y ese reloj que no pasaba desapercibido en su muñeca, podían deducirlo. Ese mismo reloj que le tendió a un hombre que olvidó su teléfono, a Beomgyu le importó una mierda el aparato, por lo tanto cuando el transporte avanzó él se fue a los asientos de atrás sin regresar por el objeto que nunca supo a quién dió hasta la fecha.

Estaba arruinado.

Ganar este caso le iba asegurar un mejor lugar en su carrera. En su posición familiar. Su padre le había repetido que no podía fallar de ninguna forma ni perder este caso, o de otro modo, Beomgyu no tendría derecho a dirigir su despacho porque no tenía lo necesario para llevar tal carga.

Estaba tan seguro. ¡Jura que estudió cada maldita cosa del caso! Y no fue suficiente porque no pudo ganar, no pudo desviar la desición del juez a favor de su cliente. Él fue un asco de abogado y lo era más porque, no pudo salvar al mayor amigo de negocios de su padre.

No solamente perdió un caso. Perdió toda posiblidad de que su padre pudiera cementar una buena conexión con una persona poderosa, le costó mucho hacer confiar a esta persona en las habilidades de su hijo solamente para que al final Beomgyu lo jodiera de esa manera.

Decepcionó a su padre. A su familia.

A él mismo.

Cuando el metro se detuvo y todos comenzaron a circular en la estación, Beomgyu no tenía una idea de a dónde ir.

Con pasos pesados, salió también. Confiando plenamente en sus pies que avanzaban sin rumbo fijo, su estómago gruñó, para colmo tampoco tomó un desayuno. Rechazó la oferta de su rubio amigo de ir a desayunar a su casa y aunque Yeonjun insistió, Beomgyu nunca cedió.

No sabe qué distancia recorrió pero recuerda haber chocado con un par de personas, fueron niños corriendo con un par de hojaldras en las manos.

El viento sopló, había frío.

Entonces él se detuvo. Beomgyu recogió una moneda que chocó con la punta de sus lustrados zapatos, esta se le había caído a una anciana y se la entregó antes de que la mujer lo hiciera, ella le agradeció y él solamente asintió. No tenía tantas ganas de hablar, menos con el nudo en su garganta.

—Vengo todos los días aquí —ella dijo con una sonrisa mirando el local—, hacen un buen pan y el café es sabroso. Más cuando se necesita algo de calor en climas fríos.

Beomgyu alzó una ceja, puede ser su estado irritado pero le pareció una tontería el eslogan de esa panadería o cafetería, lo que fuera «Bienvenidos a la panadería hogar dulce hogar» sonaba infantil y poco creíble ya que tenía las mismas vibras que un local común y corriente.

The Baker © SooJun Where stories live. Discover now