Capítulo 19

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Después de una tarde serena en ausencia del enemigo, Mía se dispuso a tener un merecido descanso en la cabaña

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Después de una tarde serena en ausencia del enemigo, Mía se dispuso a tener un merecido descanso en la cabaña.

Sin embargo, su conciencia tenía otros planes. Era pasada la medianoche. Aunque cerrara los ojos, daba vueltas en la cama y su cabeza era un manojo de pensamientos más enredados que luces de árbol navideño. Se detuvo boca arriba, estudiando el techo de troncos.

¿Se arrepentía de su comportamiento? Tal vez.

¿Pudo haber actuado de forma más empática y madura? Efectivamente.

No servía como enemiga. Nunca había sido una persona vengativa. Quizá se debía a que dedicó toda su vida a perseguir con ferocidad sus propios objetivos, evitando pisotear a otros e ignorando los rencores que despertaban en el camino.

Si bien podía relamer sus heridas por semanas y no brindaba segundas oportunidades a quienes la traicionaban, la sed de sangre le duraba apenas unos minutos. Se extendía a unas horas si se trataba de Cassio Calico.

Como fuera, se sentía culpable cuando hería a alguien. Sus padres le habían enseñado desde pequeña que siempre debía disculparse al portarse mal con otro. Lo predicaron a través del ejemplo inverso, mostrándole lo peor de dos seres humanos que jamás reconocieron sus errores.

Se giró hasta quedar de costado. A través de la luna que se infiltraba por la ventana podía ver el paquete en el escritorio. Envuelto en papel madera, con un moño decorando la parte superior.

Lo había comprado en un impulso, en la tienda de recuerdos del santuario de aves. En su mochila aguardaban otros llaveros más pequeños que pretendía darles a Eira y Aitana cuando regresara a Villamores.

El del escritorio era un poco más grande, encajando perfecto en su mano abierta.

Respiró profundo y decidió levantarse de la cama. Escuchó pasos en la cocina. Luego la puerta del dormitorio vecino se cerró con suavidad.

Esperó. Dudó. Su lado cobarde la convenció de no salir. Para intentar despejarse, buscó la tablet en su mochila y le conectó el teclado.

Eira había mencionado algo que despertó su interés: Los archivos antiguos de la fundadora de Dulce Casualidad.

Como Villamores era un pueblo pequeño, todos se conocían. O tenían un primo, hermano o vecino que era amigo de un conocido.

Como habitantes del mismo rincón del mundo, los destinos de Mía y Celestine se habían cruzado un puñado de veces a través de los años. Sobre todo en los cumpleaños de su hijo Valentín, fiestas a las cuales Exequiel no podía faltar. Como buena hermana mayor, Mía aprovechaba la excusa de acompañarlo para cuidarlo y se colaba en esos eventos. La realidad era que pasaba más tiempo comiendo, jugando o peleando con Cassio que vigilando a su hermanito.

Durante su niñez y adolescencia, compartió muy pocas conversaciones con Celestine. Por eso se sorprendió cuando volvió a encontrarla en su adultez y le ofreció ser su sucesora.

Amantes del desencantoWhere stories live. Discover now