✦; capítulo 7

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La cocina se había impregnado del aroma a pancakes recién hechos

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La cocina se había impregnado del aroma a pancakes recién hechos.

Harry destacaba por ser un cocinero admirable, tenía un dote culinario nato y se le daba muy bien eso de armar platillos exquisitos con facilidad, por lo tanto, esa mañana tomó la batuta para preparar el almuerzo.

Claramente Louis no se opuso, aunque él también poseía una habilidad decente en el tema de la gastronomía, prefería mil veces quedarse sentado en el desayunador mientras observaba con una sonrisa al bonito rizado que meneaba las caderas al ritmo de una canción que probablemente sonaba en su cabeza.

Por un momento, fue como si viajaran en el tiempo y regresaran a esos años dónde se turnaban al cocinar.

Cuando estaban en la universidad, solían consumir sus alimentos en la cafetería y no tenían inculcado el hábito de realizar su propia comida, hasta que el bendito sistema escolar hizo una buena jugada con ellos y los juntó en una de las habitaciones compartidas.

A esas alturas, ellos ya tenían su trato especial y en definitiva les benefició que la repartición de cuartos se diera así en aquel año porque le sacaron ventaja en todo sentido.

Explotaron con sabiduría eso de llevar una dieta balanceada gracias a que Harry comenzó a entrenar en el gimnasio y aunque al comienzo fue difícil, se supieron adaptar conforme a la marcha.

Louis consiguió una parrilla eléctrica y un frigobar en el que guardaban la pequeña despensa semanal que siempre hacían. Era magnífico ya que no sólo se limitaban a platos libres de grasa, sino que también tenían uno que otro resbalón con postres o cosas parecidas, y lo disfrutaban un montón.

Sí, estaba lleno de nostalgia por tales días en que su recámara de las residencias olía a pan francés o a pollo asado.

Y repentinamente, sintió que el corazón se le había quebrado un poquito.

La causa principal fueron los recuerdos, pero también contribuyó que Harry recordara que únicamente debía ponerle un poco de mantequilla y miel de maple a sus pancakes.

Tuvo que morderse el labio para reprimir un suspiro y trató de sonreír cuando su plato fue puesto sobre el mantel.

—Gracias, Hazz —farfulló, apenas audible.

—No hay de qué —Le contestó, aproximándose a la cafetera—. ¿Capuchino, verdad?

Él asintió con suavidad y lo siguió con la mirada.

—Sí, por favor —Jugueteó un momento con su tenedor—. De azúcar solo-...

—Solo una, lo sé —No fue necesario que terminara la frase, el menor la complementó mientras presionaba los botones de la máquina—: También tengo jugo de naranja, no te ofrecí porque sé que no te gusta pero si ya cambiaste de preferencias, puedes tomarlo del refrigerador.

Drink from me 🥂 || larry stylinsonWhere stories live. Discover now