Suministros

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Para un hombre creyente en la ciencia, la evolución de las especies y el potencial de la genética esta oportunidad era mas valiosa que el oro. A pesar de las tensas situaciones que había sufrido el doctor John Sinclair se sentía inspirado por sus creaciones. Sus trabajos habían tenido un gran avance. Uno que en otras circunstancias no podrían realizarse. Para él sus criaturas debían que ser superiores a todo lo natural. Esa doctrina siempre había regido sus esfuerzos. Pero cuando su deseo de llegar a nuevos niveles ocasionó que aceptara la proposición del general DeadField, nunca pensó en las consecuencias que tendría para él. Una decisión que en esos momentos, en la oficina de dicho hombre y bajo la presencia de sus dos más files soldados le provocaban una fuerte duda. La recamara era grande, de tono oscuro y una sensación de inquietud dominaba el ambiente. A la derecha del general se encontraba Jéssica, una mujer de cabellos negros y físico tonificado. A su izquierda estaba un enorme hombre calvo con sus gruesos brazos cruzados. Ambos con atuendos militares negros y rifles en sus espaldas.

—Veo que la lealtad de su personal no existe. ¿No tiene idea de lo que pasando?—preguntó con seriedad el general.

—No general no es eso—dijo el científico—. Debe entender que mis investigaciones me mantienen muy enfocado en ellas. Mis mayores esfuerzos están dirigidos en lograr nuestras metas.

—¿Así que no sabia de la traición de su hombre de mayor confianza?—preguntó molesta la mujer de cabellos negros parada a la derecha del general.

—Calmate Jéssica—le pidió el general—. Dejemos que explique.

—Siempre dará escusas—respondió la mujer—. Es un inepto.

El tono frió y lento de la última frase del general casi petrifico al científico. Ya era muy bien conocido para Sinclair que el general no le agradaba escuchar explicaciones o excusas como las llamaba él. Prefería resultados. En cambio lo dicho por Jéssica ocasionó un malestar en el hombre. Removiendo por unos instantes sus espejuelos Sinclair respiró profundo. Se pasó la mano izquierda por su frente limpiando las gotas de sudor para luego colocarse de nuevo sus lentes.

—No me estoy excusando general—dijo con pausa—. Pero eh estado inmerso en mis trabajos con la nueva cepa de Rapaces. Es un poco difícil estar atento a todas las situaciones que podrían ocurrir con el personal.

—Lo ve general, son escusas—dijo ella.

—¡Usted no entiende nada!—respondió airado Sinclair—. Lo que el general intenta hacer aquí es algo fuera de lo común. Algo nunca antes hecho. Usted es solo una soldado. Lo único que sabe hacer es disparar.

—¿Esta buscando que le ponga una bala en la cabeza?—preguntó molesta ella acercando su mano a su pistola.

—¡Adelante!—respondió serio el hombre—. Maté al único capaz de lograr las metas del general. El único a parte de la doctora con los conocimientos necesarios para lograrlos. ¡Adelante!

El Reino De Los Malditos: Juego De DiosesWhere stories live. Discover now