Cap. 1

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Al lado de la cama de su habitación se ubicaba una ventana que daba al patio exterior. Sentado y con su colección de cuentos favorita sobre su regazo al vislumbrar el exterior se preguntó si es que por qué si estando en la comodidad de su casa aún sentía aquella presión en su pecho.

Hoy, al igual que muchos otros días, volvía a ser lo mismo. Vivía tranquilamente en un cálido y acogedor hogar junto a sus hermanos y su Padre, pero, incluso con su querida familia no sentía suficiente cercanía, no tenía amigos ni alguien a quien pudiera confiar con total sinceridad sus pensamientos y emociones. Se sentía como las princesas que protagonizan grandes cuentos de hadas; sobre una alta torre en la espera de un héroe, un caballero o un príncipe, sin embargo, él era también distinto pues fue él mismo quien irguió las altas y gélidas paredes de hielo que la componían.

Tomó una bocanada de aire y cerró sus ojos intentando relajarse, era tarde y no tenía otra tarea asignada para aquel día así que pensó que sería mejor dormir lo que quedaba de noche. Guardó sus libros, escondidos y bajo llave como solía hacer para luego arroparse a sí mismo y a su pingüino Pers. Aquel juguete robotico de cuerda había sido hecho a mano por él mismo y se había convertido eventualmente en un miembro de su familia. Le gustaba abrazarlo con fuerza, le hacía sentir tranquilo y acompañado, también se debía a cierto deseo que vino a su mente al leer el cuento cuyo protagonista poseía el mismo nombre, debía de sentirse tan solo, y eso le hizo querer abrazarlo y quedarse a su lado.

Fue tal pacífica y serena noche que le permitió olvidarse de todo por un momento, pero, al despertar fue devuelto a su realidad. No quería que este día llegara puesto que ni Lyney ni Lynette asistirían a la escuela por causas de su trabajo de medio tiempo, eso implicaba que estaría totalmente solo toda la jornada, además no acostumbraba a llevar a Pers ya que no confiaba mucho en sus compañeros; si es que llegara a averiarse sería muy doloroso para él.

Al final, termino aceptando su destino como usualmente lo hacía y fue caminando de mala gana hasta su escuela (Aunque posiblemente para cualquier otro este actuaba igual que siempre). Había decidido llevar algún que otro cuento para entretenerse durante los descansos, así que al menos tendría algo con que distraerse, pero aún así la idea de pasar tantas horas rodeado de personas sin nadie con quien poder relajarse de algún modo lo aterraba. Recién y estaba en su aula y ya quería volver a su hogar.

Durante las primeras clases todo transcurrió con normalidad si es que no contaba con el hecho de que sus hermanos no lo acompañaban. Bueno, por supuesto que en un día así de todos modos algo saldría mal, y así fue a la hora de almuerzo en donde, de algún modo, se olvido por completo de traer algo para comer. Se negaba por completo a ir a la cafetería a comprar algo de modo que solo se digno a quedarse sentado durante lo que quedaba antes de la siguiente clase.

Todos habían salido, por ir a la cafetería, a algún lugar en donde gustaran disfrutar el almuerzo o a jugar por algún sitio, de este modo se quedó en completa soledad en aquella amplia aula. Como un "introvertido" podría ser esta situación una bendición, pero, esta vez solo lo hizo sentir aún peor, no había nadie a su lado, nadie, estaba totalmente solo. Sintió otra vez esa extraña presión en su pecho, ahora con tanta fuerza que le quitaba el aire. Sin poder respirar empezó a desesperarse, no le gustaba, no quería volver a estar solo.

- ¿Estás bien? - Escuchó una voz preocupada, una cálida mano ahora sujetaba con suavidad su muñeca ¿estaba tomando su pulso?

- ¿... Quién eres? - Fue lo único que se le ocurrió decir mientras alzaba su mirada para poder apreciar a aquel chico enfrente suyo. Era un niño de su edad posiblemente, bajito, cabello rubio y ojos azules.

- Eh... Soy Mika, me siento al lado tuyo -Respondió algo sorprendido - De todos modos, ¿quieres que te acompañe a la enfermería?

De inmediato negó con la cabeza y aparto su mano de la del contrario. Se negaba a darle problemas al doctor Baizhu por algo así, y sería aún peor si llamaban a Padre.

Aquel chico, Mika, no se atrevió a insistir o intentar continuar hablando, al chico que estaba intentando ayudar parecía incomodarle después de todo y comprendía bien ese sentimiento, sin embargo, le preocupaba dejarlo solo, así que decidió almorzar aquel día en el aula. Luego de un tiempo pudo observar que el chico a su lado se había calmado, pero ahora miraba fijamente su almuerzo sin decir una palabra.

- ¿... Quieres?

Por supuesto que sí, realmente necesitaba comer algo pero jamás se atrevería a pedirle comida a otro, mucho menos siendo este un total desconocido. No sólo le parecía vergonzoso, también egoísta e irrespetuoso. Y esto llevó a que su respuesta fuera otra vez: negar.

- No, gracias. Ya comí - Dijo casi susurrando, no le gustaba mentir, pero sabía que era lo mejor para dejar el tema. Aunque la respuesta no fue la que esperaba.

- He estado todo el tiempo aquí. No lo has hecho - Mika lo miró con preocupación. Mientras lo único que pudo hacer él fue sonrojarse al ver descubierta su mentira.

Incapaz de decir nada, se vio obligado a comer el bentō que el chico dejó sobre su mesa. Además de que no se movió de su lado hasta que se lo termino de comer. Fue incómodo y extraño, pero... Sintió una extraña calidez en su pecho.

A la noche de aquel día; durmió con una sonrisa en su rostro al recordarlo. 'Tal vez pueda finalmente hacer un nuevo amigo'.

Le prince et chevalier (Freminet  x Mika)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt