Capítulo 4

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AZIEL 

Solo pude encontrar un nombre para esa pequeña cosita frente a mí: "Peligro" sí... Briana es un peligro innegable. Es una cosita diminuta, que me llega apenas por encima de mi pecho y, sin embargo, es tan atrevida. Me miró a la cara y lo supe. Eso la hizo peligrosa, porque además de hermosa y seductora, es deliciosamente aguerrida, y eso me atrae de una mujer. Amo a las mujeres que me desafían y me empujan a mis límites. Desafortunadamente, he conocido a muy pocas así. Y las que conocí tuvieron la misma suerte: mi cama. 

Noté cada detalle de su cuerpo bien formado, las caderas anchas, buenas para criar y un trasero voluptuoso sin embargo, hoy no tengo tiempo para eso. Además, no tenía ni idea de qué iba a hacer con ella.  

No tiene como pagarme, al menos no con dinero, y entregársela a mis hombres... eso está fuera de discusión por ahora. Pero ella me desafió y mujeres así, cuando no pueden ir a mi cama, tienen otro destino.

Ella estaba un poco incómoda con mi presencia, me di cuenta de eso cuando la sostuve fuerte en mis brazos. 

Cerré la puerta y luego fui a mi armario.

–¿Cuántos años tienes, Briana?– Yo ya sabía su edad, pero solo pregunté para romper el hielo.

–¿Para qué quiere saber?

–¡Solo contesta! –Ella levantó la barbilla.

–Tengo veinte años. – Me quedé boquiabierto.

— ¿Veinte? – Entonces Luis me mintió. Y ya sabía porqué. Él estaba interesado en ella y sabiendo su edad no se la entregaría a mis hombres. Por eso me dijo que tenía veintiséis años. Podría ser una locura de mi parte. Solo eran algunos años de diferencia, pero para mí claramente no es lo mismo. Tenía mis principios, bien enterrados, pero los tenía.

–¿Por qué el susto? ¿Parezco vieja por casualidad? – Me reí en su cara.

–No. Pareces un bebé. Un bebé que será castigado por ser tan insolente.

–¿Qué... qué vas a hacer conmigo?

–¿Tienes miedo ahora? – Me volví hacia ella, con la varilla en la mano.–¿A dónde se fue tu valentía?

–No me vas a poner las manos encima... tú... tú... cerdo... repugnante. –La rabia me hace hervir la sangre. Me acerqué a ella y la agarré del brazo.

–Estoy empezando a aburrirme mucho de ti.

–¡Qué demonios! Ya te dije que no te tengo miedo. No soy como tus mastodontes que tiemblan al sonido de tu voz.

— Sí... Me imagino que debes temblar de otra manera.

–Tú… – Avanzó hacia mí de nuevo, con la palma de la mano levantada y una vez más, sostuve su mano en el aire y con la otra mano presioné su cuerpo tembloroso contra el mío.

–Estás tentando a tu suerte, Briana.

—No me va a domar como a un cachorro, señor.... señor...

–Aziel, Aziel Gambino para ti y el escorpión para los enemigos. Y te equivocas, no voy a domarte como se doma a un cachorro.. sino a una tigresa...– Sostuve su mano plana contra mi rostro. Giré la cara y pasé la lengua por su palma y sus dedos. Ella jadeó y su cuerpo tembló aún más.

–¿Qué... qué está haciendo?

–Domarte...

–Oh, tú...– Trató de apartar su mano, pero yo era un millón de veces más fuerte.–detesto a la gente de tu calaña, son un puñado de drogadictos, pervertidos.

Aziel El EscorpiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora