Quiero y no quiero

53 6 1
                                    

Llegamos a casa y se estacionó justo en frente. Me adelanté a cualquier acto de caballerosidad que pudiera nacer de él en este momento.
-Gracias, desde aquí puedo sola.
-Ok.
Eso fue más fácil de lo que esperaba. Después de cargarme hasta en sus brazos, esperaba que insistiera un poco más, pero agradecía que esta vez respetara mi voluntad.
Bajé del auto, le esbozé una media sonrisa, le agradecí y me fui. Mientras buscaba las llaves para abrir la puerta, volví a sentir mis piernas como agua, logré afirmarme antes de caer. Escuché cómo la puerta de su auto se abría y ahí estaba él nuevamente.
-Pásame las llaves, me aseguraré de que estés sana y salva dentro de tu casa.
No le discutí, aún no estaba bien. Necesitaba descansar.
Entramos, me recosté en el sillón y mi cuerpo se relajó automáticamente. No sé si fue por el golpe o el cansancio normal que significa ser madre, estudiante y trabajadora, o tal vez es solo sueño.
El desorden en mi casa era tremendo, juguetes desparramados por todos lados, libros y crayones acumulados en la mesa de centro y un par de paredes rayadas. Debo admitir que me dio algo de vergüenza que todo estuviera así y Liam lo viera, pero ya había entrado y estaba parado en el marco de la puerta de la entrada con los brazos cruzados y mirándome de una manera muy intrigante.
-¿Estás segura de que estarás bien? ¿No prefieres que te vea un especialista?
-Sí, estaré bien y no, gracias -Verlo preocupado lo hacía ver más atractivo, o el golpe en mi cabeza fue más grande de lo que pensaba. -Deberías irte.

-¿Me estás echando, Anna? No me lo tomaré personal -se pasó la mano por su cabello y se reía, no entiendo por qué todo lo toma como un chiste. -Voy a prepararte un té y me iré.
-No es necesario -me interrumpió.
-No digas que no es necesario. Quiero hacerlo y lo haré. ¿La cocina está por allá, verdad? -apuntó hacia el fondo y yo solo asentí. Mis ojos comenzaron a pesarme. Traté con todas mis fuerzas de mantenerme despierta, pero no pude.

Desperté cuando sonó el timbre y rápidamente me puse de pie. Vi el reloj y ya habían pasado más de tres horas desde que me había quedado dormida. Liam debió irse hace rato y yo no lo había escuchado. Antes de ir a abrir la puerta, noté un papel junto a un vaso de té helado.

"Te veías tan linda durmiendo que no quise interrumpir tus ronquidos. Preparé pasta para ti y los niños y no quemé la cocina en el intento. Descansa, nos vemos mañana, pequeña gruñona."

Arrugué el papel en mi mano con la misma fuerza con la que se arrugó mi corazón al leer la nota. Pensó en los niños, se preocupó por mí y me cocinó. El timbre volvió a sonar. Eran los niños y mis padres.
-Se suponía que yo iría por ellos.
-Se suponía, pero te caíste. ¿Cómo te sientes, hija? -Mi madre me acarició la mejilla y tomó mi cabello para dejarlo detrás de mi oreja.
-¿Cómo supieron que me caí?
-Tu compañero. Te llamé y él respondió el teléfono, me contó lo que te había pasado, yo me preocupé, pero él dijo que te cuidaría. -Quedé fría. Salí del shock cuando Xander tiró de mi polera.
-Fue mi amigo Liam, ¿verdad? -y sus ojitos se iluminaron.
-Sí, hijo, él me trajo a casa y nos preparó comida para la cena. Me agaché para besarle la frente. -¿Cómo se portaron con los abuelos?
-Yo y Alan bien, pero Au rompió una planta de la abuela. -miré a mi madre. -Todo bien, esa planta necesitaba un nuevo macetero. -mi padre entró con los niños y mi mamá me tomó del brazo antes de entrar también. -¿Algo que debas contarme sobre ese compañero tuyo?
-¡Mamá! Somos solo compañeros, por favor, suficiente tengo con los niños que ven cosas donde no las hay.
-Tranquila, hija, es solo que hace mucho que no había un hombre en tu vida, entonces imaginé que tal vez...
-Nada, no somos nada. O sea, solo compañeros.
-Ok, aunque quiero que sepas que no tiene nada de malo, solo que por favor te cuides. Entorné los ojos, no podía seguir escuchando esto.
-Vamos adentro, mamá, debo darles de cenar a los niños.

Llegó la noche. Mis padres se fueron, los niños ya estaban durmiendo después de comer una doble porción en la cena. Todo transcurrió con normalidad y ya no me sentía mal. Iba a comenzar a preparar mis dulces para llevar a la universidad cuando sonó mi teléfono.

"Buenas noches, espero que estés mejor y que los tres mosqueteros no te den mucho que hacer."

Se me escapó una sonrisa. Este hombre es demasiado bueno para crear sobrenombres, debo darle crédito a su imaginación. No quise responder, pero en el fondo agradecí su preocupación. Mientras cocinaba, dudas, ideas y preguntas rondaban mi cabeza. Tal vez Liam sí es una buena persona y yo lo juzgué mal. Aunque yo sé lo que vi cuando atacó a ese chico. Tal vez es amable conmigo solo por el trabajo, quizás es así con todas las chicas. No quiero pensar más en él, debo sacarlo de mi cabeza. No existe en mi vida ni espacio ni tiempo para alguien más.

Estamos en la clase de economía, la última del día, y como siempre me siento al fondo del salón junto a Sue. Hoy los dulces fueron un éxito, y los vendí todos antes de la primera hora.

Escucho lo que está diciendo el profesor, pero al mismo tiempo no, desde anoche no dejo de pensar en lo mismo. O debería decir no dejo de pensar en la misma persona. Juro que hago mi mayor esfuerzo en no mirarlo, en no notar lo bien que se ve con ese suéter negro y esa gorra al revés donde se le escapan su mechones desordenados. Sacudo mi cabeza una y otra vez para sacar esas ideas de mi cabeza y centrarme en la clase. Trato de tomar apuntes, pero él vuelve a mi mente. Hoy no me saludó, lo entiendo, no somos amigos ni buenos compañeros, solo somos dos personas que deben hacer un trabajo juntos, de seguro eso piensa él y así debería pensar yo. O sea, es Kelcer, la persona que llevo aborreciendo por más de tres años.
Pero su espalda, veo cómo le sonríe a su amigo Max al lado, esa sonrisa.

-Ann, ¿qué haces? ¿Miras a Kelcer? -Sue me descubrió.
-¿Qué? No, no, yo estaba mirando el pizarrón al frente.
-Ya -levanta una ceja y se cruza de brazos-, parece que el pizarrón tiene cabello naranja.
-No sé de qué hablas, Sue. Deberías prestar atención.
-Es lo que yo digo, límpiate la comisura de tu boca, amiga, que estás babeando.
-¡Ja! -suelto sin medir que estamos en clases y todos se voltean a verme. Trágame tierra.
-¿Algo que quiera compartir con nosotros, señorita Valverde?
-Nada, profesor, disculpe -mire a Sue entrecerrando los ojos-, te odio.-le susurré.
-Me amas, presta atención. -Y volteamos a mirar al frente

Logré ver cómo Kelcer sonrió al verme; bueno, todos se rieron por la situación. Este hombrecito me está haciendo perder mi autonomía y la calma; normalmente tengo siempre todo bajo control. Queda poco para terminar la clase, y hoy debo acompañarlo a su entrenamiento. Ahora sí, solo espero no recibir pelotazos que me dejen en el suelo, ni ver gente semi desnuda en el camerino de hombres. Solo me sentaré en las gradas a observar y ver cómo se comporta mi querido compañero en su estado natural.

En último lugar Where stories live. Discover now