005

54 7 2
                                    

La mañana llegó y los tres volvieron al castillo dorado pues el motivo de la caminata había concluido y de muy buena manera.

Encontrar que los demás pueblos estaban bien, había sido muy benefactorio.

Ahora que estaban de nuevo en el castillo, tomaron rumbos distintos, Gimli comía sentado en el gran salón, Legolas limpiaba sus flechas y Aragorn estaba sentado afuera esperando.

Esperando esa señal.

Hasta que al mediodía su esperada luz se encendió y el corrió hacia las estancias reales a dar el aviso.

Tiempo más tarde los caballos relinchaban y los jinetes hablaban despidiéndose de sus familias prometiendo volver.

Mientras que Legolas solo persistía en sus pensamientos, ¿Saldría victorioso esta vez?.

Su padre esperaba su regreso en Mirkwood, su pueblo esperaba a su príncipe. Pero este estaba muy lejos de casa al borde del precipicio, con sus últimas flechas en su carcaj listas para la guerra.

Una guerra de la que no sabría si saldría ileso o vivo.

Pero largó un suspiro desvaneciendo sus pensamientos de desgracia y se encargó de plasmar una sonrisa cuando emprendió camino sobre su caballo blanco con destino a Minas Tirith para darle auxilio.

Le animaba unas cosa, vería a Eryn, pero su joven dama corría peligro y eso no lo dejaba tranquilo.

La amas.

—No me digas que tienes miedo —exclamó el enano a sus espaldas sacándolo de sus pensamientos.

—Los elfos sindar no tenemos miedo como lo tienen los enanos —.

—Los enanos no conocemos el miedo, nosotros somos el miedo, el terror para las especies con orejas en punta —contestó el enano y Legolas gruñó levemente.

A su lado Eowyn pasó cabalgando con Merry sobre su caballo y al instante también se acercó Aragorn.

—No lo molestes Gimli, no son asuntos referidos a eso —explicó Aragorn, el enano curvó sus cejas pensativo hasta que estalló en una frase.

—¡Es amor! —exclamó.

Los labios de Legolas se curvaron en una línea fina, estaba nervioso. No dijo nada y eso hizo a Gimli largar una carcajada.

Debido a eso, fulminó a Aragorn con sus ojos azules, Aragorn evadió esa mirada asesina y tiró de las riendas de su caballo para avanzar con prisa.

—Disculpa mi imprudencia —exclamó pasando junto a Legolas y luego continuó alejándose.

—Un elfo enamorado, ¿Me pregunto quién será la desafortunada de la que te has enamorado? —exclamó de nuevo el enano y se puso a pensar, ladeó la cabeza para mirar al elfo y se encontró con la atención de este hacia la joven dama Éowyn.

Aunque no recibió nada que le indicará certeza a su idea, decidió aferrarse a ella sin vacilar y sin saber la realidad. Legolas no miraba a Éowyn sinó a Merry cargando su espada entre sus brazos como el mayor tesoro.

La marcha de su caballo lo hacía prestar atención a cada que esté tocaba el suelo repitiendo su andar y con ello un martilleo incistente en sus recuerdos.

El piqueteo del pájaro en la madera de la ventana ocasionó que abriera los ojos. Acostumbrando sus ojos a la luz difícultuosamente se desperezó estirando los brazos.

Pero cuando los alzó sintió su piel acariciar algo suave, sus ojos escudriñaron el lugar.

Había ropa tendida despreocupadamente en el piso, la butaca cerca de la puerta estaba tirada. Al lado estaban tiradas sus armas y sus flechas fuera de su carcaj.

Un suspiró llamó su atención nuevamente y al volver su mirada a su lado se encontró con Eryn hundida entre la almohada con el cabello caendo sobre su pecho y desordenado el resto sobre la almohada. Sintió la mano femenina viajar entre sueños hasta quedar tirada sobre su pecho desnudo.

La miró atento a la cara, talvez estaba despierta y por ello esperó largos minutos para verla abrir los ojos, pero solo percibió una tierna y diminuta sonrisa después de colocar nuevamente la mano contra su cuerpo.

No fue hasta que miró hacia la ventana que calló en cuenta de la situación, con nerviosismo salió del lechó buscando su ropa y como un rayo se vistió nuevamente llevando sus armas en su lugar.

Tenía que irse, Aragorn estaba recuperado y debían volver a Rivendell, se despedían ahí y el debía volver al bosque negro pues la situación en su reino había empeorado con los insectos gigantes.

Sonrió mirándola descansar despreocupadamente, ahí descubrió que fuera de cualquier otro sentimiento solo sentía felicidad de saber que había dormido con ella. Se inclinó y besó su frente.

—Mi amor —susurró Eryn aún dormida.

Un fuerte golpe en su brazo lo trajó de nuevo al presente, el enano lo miraba con sus cejas curvas y los labios del mismo modo.

—Legolas —le habló Aragorn— ruego porfavor que no te distraigas, un solo error en la batalla te llevaría a la desgracia.

El elfo relamió sus labios y volvió su vista al frente. Aragorn tenía razón, no era momento para perderse en su mente.

Pero no podía evitarlo, ya había encontrado lo que quería saber. Se enamoró a primera vista de la joven, por su forma tan delicada y atenta de cuidarlo y tratarlo.

Pero esa última palabra le causó un dolor intenso. Sobretodo por que no estaba seguro de que enverdad había sido destinado a el o solo había sido producto de los sueños de Eryn dirigidos a alguien en ellos.

Sin embargo para el, la felicidad en su ser fue evidente el resto del día. Recordando la situación en la que había despertado, pero la tarde que abandonó Minas Tirith le dolió más que nada.

—✧—

Después de el precipitado regreso de la marca de Osgiliath a Minas Tirith.

Eryn había apresurado sus planes, escondido en secreto de mantenía su pequeño con una dama de las casas de curación, la aprendiz de Eryn.

Mientras que está se apresuraba hacia las caballerizas en la planta baja. Buscaba esa cabellera inigualable entre los jinetes hasta que lo vio.

Su semblante decía mucho, sobretodo dolor aún sin tener heridas físicas.

—Faramir —le nombró al tenerlo cerca, el abrió los brazos y como si fuese costumbre Eryn se aferró a el.

Otra pérdida más para el capitán.

—¿Estas bien? —cuestionó Eryn y el asintió.

—Debo hablar con mi padre, te veré después Eryn —.

Lo miró alejarse mientras sentía las miradas a sus espaldas. Sabía que corrían rumores sobre ella y Faramir pero le bastaba con que ambos supieran que solo era amistad.

Faramir siempre estuvo solo, su hermano era su única compañía y ahora...

HEREDERO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora