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Corría a través de las calles con desesperación, su corazón latía como loco, sus piernas dolían, al igual que parte de su abdomen y brazos. Quería llegar a casa rápido, necesitaba llegar rápido.

Fue otro de sus tantos malestares otra vez, le venía pasando hace ya casi cinco meses, cada día, de cada semana, un nuevo dolor se incrementaba en alguna parte de su cuerpo, sin él haberse siquiera golpeado. Era simplemente extraño, pero sabía lo que pasaba, al menos una parte; su madre se lo había explicado de pequeño. 

— En este mundo existe algo llamado "alma gemela", cuando crecés, todo lo que siente ella, lo vas a sentir vos, y viceversa. Tanto emocional como físicamente. En alguna parte del mundo, muy lejos, o muy cerca, estará esa persona.

— ¿Y cómo voy a saber quién es?

— Hay maneras de saberlo. Pero la más eficaz, al menos lo que yo hice, es darte un pellizcón en el brazo y mirar a tu alrededor. A alguno le habrá molestado.

— ¿Tengo que hacerle daño a mi alma gemela? — la mujer rió.

— No cariño. — acarició sus cabellos, mientras sonreía. — Tenés que darle amor.

Y cuanto amor le estaba dando su alma gemela.

Apenas llegó a casa, dejó todo tirado sobre el sofá de la sala y salió corriendo a su cuarto, encerrándose en él. Debía hacer algo.

Si siempre sentía aquél dolor en su cuerpo, significaba que su alma gemela está sufriendo. Dios, ¿cómo haría para saberlo?

Miró a su alrededor, encima de su escritorio divisó un lapiz sin punta, lo tomó y lo quedó observando. De algo debería servir.

Buscó algo más a su alrededor, hasta que bajó su mirada a su brazo izquierdo. Sonrió y dio un pequeño pinchazo en él, esperando que la otra persona le sintiera; si podía sentir su dolor, ella debería sentir el suyo.

Esperó largos segundos hasta que el pinchazo fue devuelto. Sonrió y se sentó en la silla, con papel y un bolígrafo en el escritorio. Tomó firmemente el lapiz sin punta y lo posicionó sobre su antebrazo, trazando un par de letras lentamente. El roce de la punta de madera con su piel era lo suficientemente cuidadoso como para que lograra dejar una leve marca roja sin llegar a hacer daño.

Luego de unos minutos, logró terminar de escribir su pregunta hacia aquella persona, nunca lo había hecho, así que fue algo largo —además debía admitir que, aunque fuese cuidadoso y suave, de todas formas le dolía un toque—.

"¿Te sentís bien?"

De inmediato sobó las marcas que le habían quedado, esperando largos minutos a que su piel volviera a ser blanca y comenzara a marcarse la respuesta de la otra persona en ella.

"No".

Suspiró. Su brazo izquierdo estaba completamente rojo hasta ese punto entre marcar bien cada letra y luego tratar de borrarla quemándolas con las huellas de sus dedos. Entonces volteó hacia su otro brazo, totalmente blanco y sin marca alguna. Hizo una mueca y agarró como pudo el lapiz con su zurda, comenzando a marcar nuevamente poco a poco cada letra de su nueva pregunta.

"¿Qué ocurre?"

La respuesta no fue inmediata, como suponía; ambos estaban en la situación de marcar y desmarcar piel que por defecto tomaba un tono rojizo y, si no tenías suerte, se hinchaba.

"No te importa".

Sus verdes ojos miraron aquello transcrito en el papel y luego su brazo, sin hacer ni un solo ruido.

soulmate ; 𝗿𝗼𝗱𝗿𝗶𝘃𝗮𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora