Estrellas

13 0 0
                                    


Te juro maldito Ángel, si ...

Él cierra los ojos, suspira. Acaricia el largo de su tabique nasal e intenta con fuerzas insensibilizarse, como muchas veces lo ha hecho antes.

No puede explicarse, mucho menos comprender el porqué, está desorientado temporalmente, no sabe si han pasado horas, días o semanas desde que se sintió hacer el ridículo en la librería. Repasa una y otra vez todo lo que sucedió, intenta hallar una razón oculta, ingeniárselas y buscar entre líneas, algún acertijo, alguna pista.

Pero no encuentra nada, y aunque lo hubiese, sabe que Aziraphale es tan ingenuo y siente un amor tan grande por la humanidad, que quiere hacerlo, arreglar las cosas y construir un futuro agradable para todos los seres de la tierra.

Agarra la pluma con tanta fuerza entre sus manos que esta revienta, se siente como un imbécil, su frustración se acrecienta. No recuerda cómo es que antes podían distanciarse tanto tiempo en la incertidumbre.

Deja caer los restos de plástico-metal y se quita los lentes, ya está anocheciendo, prefiere disfrutar de ver y sentir los últimos segundos que su única estrella visible le ofrece, aquella a la que los humanos llaman Sol.

Y tal como Aziraphale, el calor lo abandona, la luz lo deja y abre paso un lienzo vacío.

Rabia, impotencia, es capaz de prever que solamente lo han llamado porque creen que el ángel es fácil de manipular, es un ser obediente a las voluntades de dios, no puede rechazar su destino. Crowley comprende que está en la naturaleza de Aziraphale, él no podría negarse.

Todo lo que transcurrió lo enfurece, era su deber protegerlo, nunca debió dejarlo salir de la librería.

El arrepentimiento lo remece, es un débil consuelo, tanto tiempo esperando por temor, si hace miles de años hubiese sido más valiente las cosas serían diferentes. Ellos podrían haber parado esa jugarreta, dejar de orbitarse y amarse sin más. Quizás, solo quizás, ahora no estarían separados, no invadiría su pecho esa amargura y el débil recuerdo de un fugaz beso desesperado.

Estaba buscando una respuesta egoísta del ser más bondadoso de la existencia, ¿Por qué no podías solo quedarte a mi lado, Ángel? piensa Crowley.

¿Amor? Tan característico de los humanos, pero no es la palabra correcta para describir todo lo que son, una pequeña conjunción de cuatro letras no delinea tanto, es imposible condensar la forma en que han aprendido a ser juntos. Recuerda mirar al ángel, su centro hierve, entra en ebullición, Aziraphale es fulgor, el firmamento es pequeño en comparación a su sonrisa. Si tan solo pudiese volver atrás y echarle un vistazo a sus momentos de lectura, presenciar cómo destella toda su existencia al sumergirse entre libros y un montón de anotaciones sin sentido.

Siente la brisa, escucha el ruido del mar, no sabe cómo llegó hasta ese lugar, un panorama tan similar al que habían experimentado hace tanto tiempo. No puede evitarlo, todo le recuerda a la primera vez que vio el cielo después de caer, soledad inquebrantable.

Puede ver las olas en lo profundo del acantilado, se forman, revientan y burbujean, desde lo alto se siente omnisciente, es como el eterno ciclo de la humanidad, se siente tan efímero. Se siente esclavo de la comprensión, sabe perfectamente que más que una atadura, su existencia como un demonio fue una liberación, sin reglas, sin limitaciones. Su esencia jamás fue la obediencia y lo único que prevalecía en él, del ángel que alguna vez fue, era su amor por la humanidad, por lo que jamás podría comprender el inefable plan ni toda esa basura del armagedón.

Suelta una carcajada, no puede creer que pensó que obtendría respuesta de ese cucurucho lleno de hojas viejas y polvo. Está desesperanzado, se siente demasiado abandonado y no comprende porqué un dios daría paso a la existencia de una emoción tan miserable como la que abunda en él.

Mira el Bentley, el único que lo acompaña incondicionalmente, medita si simplemente volver a Londres y hacer como si nada, beber un poco, quejarse mucho, luego ponerse su armadura de cinismo y sarcasmo y volver a ser el mismo Crowley de siempre, trabajar un poco para el infierno, así conseguir algo de capital para irse directo al carajo, construir una casita en algún pueblucho desconocido como Tadfield, chasquear los dedos, sentarse a tomar el sol junto a sus plantas y olvidarse de absolutamente todo.

Está a punto de cerrar la estúpida libreta en blanco, la que encontró hace meses en el montón de mierda que Aziraphale dejó atrás, decía Crowley con letras doradas en la portada, estaba delirando cuando la guardó en su chaqueta, esperando encontrar algún significado oculto. De repente sale de su ensoñación y como si fuera obra de un hada del bosque, pequeñas campanas empiezan a oírse mientras el papel destella y se ilumina.

"¿Seré algún día digno de tu perdón?"

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Oct 25, 2023 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Diario de un DemonioWhere stories live. Discover now