18 { 9,206 Km } ♡

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Demean Harrison.

Desde el primer momento en que vi a Ivonne cruzar las puertas del café junto a sus amigas captó mi mirada.

Eran cuatro chicas desorientadas, terminaban de mudarse a la ciudad y no conocían a nadie, el café quedaba a unas cuantas cuadras de la casa de los padres de la rubia, en donde vivieron desde el principio.

Al inicio se me hacía raro que llegaban todas las mañanas a la misma hora y hacían un poco de sus cosas, por ejemplo los trabajos de la escuela.

Entendí sus rutinas unas semanas después, donde luego de haber convivido con ellas a diario y crear una amistad. Supe que se habían mudado a la ciudad a estudiar.

La pregunta aquí era:

¿Por qué estudiar aquí? Si de donde venían también tenían casi lo mismo que aquí.

Pero no lo tenían todo porque aquí era donde estaba Izan.

Un jueves por la mañana, como era costumbre el cuarteto llegaba a tomar su café.

Fue ese día en el que tuve el atrevimiento de pedirle su número a Ivonne, la chica que me robó los pensamientos desde que la vi.

Comenzamos a charlar y así fueron pasando los días.

—¿Me dejas pasar por ti?— le dije en la llamada. Frente a mí estaba Izan. Compartimos los mismos nervios por la respuesta de Ivonne.

—¿Por qué no?— se escuchó unos grititos al fondo.

Izan me miró confundido. 

—Son sus amigas— le susurré. Él se asentó.

—Salgo a las siete…

—Gracias, ahí estaré.

Nos miramos con mi hermano y se burló de mí de lo "bobo" que decía él, me miraba.

A la salida fui por ella. Durante el trayecto a su casa charlamos de muchas cosas hasta que llegó el momento de que bajara.

—¿Nos vemos mañana?

—Como todos los días.

La tensión entre nosotros dos aumentaba conforme iban pasando los días. Pues ambos sentíamos lo mismo por el otro.

—¿Aceptas una cita conmigo? No como amigos sino para iniciar algo más que esto— tenía los nervios hasta la punta de mis cabellos.—Quiero iniciar algo más contigo.

Sonreí. No sabía qué hacer, ni nada de eso. La tomé entre mis brazos y juré esa noche que jamás soltaría su alma.

—¿Te parece si paso por ti a las ocho?— pregunté.

—Me parece bien…

Al día siguiente pasé por ella como había quedado. Ese día no abrí el café porque quería que estuviera lindo para ella.

Antes de que llegáramos al café vendé sus ojos. Al estar ahí dentro dejé que viera todo lo que había preparado para ella. 

Había diferentes menús que había preparado solo para nosotros dos. Por el piso se hallaban flores de bugambilia porque eran sus favoritas. 

En medio del lugar se contaba solo una mesa redonda con un mantel blaco junto con velas prendidas y una leve música al fondo.

Esa noche supe la verdadera razón por la que ella llegó aquí. Por su amiga Dalia, y Dalia llegó aquí por Izan, mi hermano.

ℱ𝓊ℯ𝓇𝒶 𝒟ℯ ℒ𝓊ℊ𝒶𝓇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora