Capítulo 20. ❄

2.4K 184 11
                                    

Clarisse

¿Harás algo esta noche? —hablaba por teléfono con Tanner.

Hoy era día sábado, lo que significaba que no fuimos a trabajar, estos dos días eran sagrados para nosotras, ya que aprovechamos para limpiar el departamento e ir por las compras de toda la semana, puesto que había días que llegábamos tarde y apenas nos daba tiempo para preparar algo rico. Así que hoy hicimos limpieza de arriba abajo y pasamos casi toda la tarde sacudiendo y limpiando vidrios.

—Iré con Didi a tomar algo —le escuché resoplar detrás de la línea —. ¿Querías hacer algo?

—Sí, quería ir contigo a ver una película —dijo. Me sentí un poco mal, pero ya había quedado con mi amiga de ir juntas a beber algo para divertirnos un poco.

Entonces será para la otra —musitó. Detrás de la línea se escuchaba algo de ruido, como si estuviera mirando televisión.

—¿El gran Tanner Russel iba a ir a un cine a ver una película? El Rey de esta ciudad se iba a rebajar a convivir con mortales —me reí un poco, pero creo que a él no le hizo gracia porque no dijo nada en un par de segundos.

Iba a comprar el cine para que no nos molestaran, pero ya dijiste que no —casi me atraganto con mi saliva cuando le escuché decir aquellas palabras.

—¿En serio? —me encontraba sola en mi habitación esperando que llegara la hora para salir con Didi, cambiarme de ropa y salir a divertirnos un poco. Solo queríamos olvidarnos del trabajo y todo lo que había estado pasando en nuestras vidas las últimas semanas.

Sí, ¿no me crees capaz?

—Con lo posesivo que eres te creo capaz de todo —miré a través de la ventana. Este día el frío nos dio un poco de tregua y no estaba helando ni tampoco se veía que fuera a nevar, pero no había que confiarnos, ya que de segundo para el otro podía caer una helada que nos dejaría encerrados en la casa sin poder salir ni para ir a trabajar.

No soy posesivo, solo cuido lo que es mío —dijo —. Y tú eres mía.

—¿Eso crees? —me mordí el pulgar.

No solo lo creo, estoy seguro de ello —dijo con suficiencia, seguro de todas y cada una de sus palabras —. Niega lo contrario —musitó —. Anda, niega que eres mía y yo soy tuyo.

—¿Lo eres, Tanner? ¿Estás seguro de que eres completamente mío? —le pregunté ansiosa por escucharlo hablar. Pensé que iba a tardar en responder, pero no, lo hizo de inmediato.

Soy tuyo, gatita, solo tuyo —una sonrisa se dibujó en mis labios, era de satisfacción, de alegría y felicidad. Escucharle decir que era mío me hacía sentir como la dueña del mundo —. ¿Estás ahí? ¿Te comieron la lengua los ratones, gatita?

—Aquí estoy.

¿Escuchaste lo que dije?—tragué grueso.

—Fuerte y claro —rio de manera dulce.

No me quiero escuchar paranoico, pero no pierdas de vista tu bebida, no andes sola por ahí menos si has bebido...

—No me va a pasar nada —se quedó callado unos segundos —. ¿Me escuchaste? No me va a pasar nada.

Confío en ti, cariño, sé que te sabes cuidar, pero hay cada degenerado ahí afuera —creo que se puso de pie porque escuché algunos pasos —. Voy a estar pegado al móvil si llegas a necesitar algo, lo que sea me hablas.

—Tanner...—lo detuve antes de que se hiciera más escenarios catastróficos —. No va a pasar nada.

No digas que no va a pasar nada porque pienso que algo va a pasar —bufó, frustrado —. Solo cuídate, ¿me vas a llamar?

Sueños salvajes. (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora