02.- Castigado

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Eita observó en silencio, pero lo que veía cada día le gustaba menos

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Eita observó en silencio, pero lo que veía cada día le gustaba menos.




El Joven Señor era una persona amable y dulce, todo bidimensionalmente diferente a su amo. Eran como dos gotas de agua. Pero una de ellas puesta al sol y calentada suavemente por el calor del verano, mientras que la otra era la gota forzada a salir del corazón del glaciar.




Pero lo que tiraba de todas las alertas de la joven era el esposo. El Joven Señor no compartía habitación con su esposo, el hombre realmente no vivía en esa casona. Venía y hacía que el Joven Señor firmara documentos y cheques, lo trataba con frialdad y desconsideración.




Si el Joven Señor hablaba, lo interrumpía, si intentaba hacerse escuchar recibía una bofetada, si discutía era peor, era encerrado en el sótano de la mansión. El lugar era enorme, como una bodega, columnas de concreto, al igual que el frío piso, los pasos soltaban un eco espeluznante.




La primera vez que presenció una bofetada en el rostro de la persona a la que había ido a vigilar, casi tira por tierra su fachada. Pero se controló.




El Joven Señor había preguntado sobre las escrituras que le hacía firmar. Al parecer el abuelo de la familia Kuran había dado como regalo de bodas una finca en el campo y estaba a nombre del Joven Señor. Pero el esposo quería recuperarla.




—¿Por qué debo firmar esto? Tu abuelo me la entregó…




—Esa propiedad ha pertenecido a mi familia, Ichiru. En mi familia se va a quedar.– había dicho con frialdad.




—Yo soy tu familia, Kaname.– dijo el delicado peliplata.




—Firma la maldita escritura.




—¿Se la darás a esa horrible mujer?




Una bofetada cruzó su rostro y lo derribo sobre la silla. Ichiru agachó el rostro y Eita apretó los puños.




Si el amo estuviera allí, probablemente ese desgraciado habría perdido esa mano. Pero ella no podía intervenir. No aún por lo menos. Debía quedarse al lado del Joven Señor y saber el nombre de la mujer por la que había sido golpeado.




—No tienes permitido mencionar a Yuuki.– le dijo Kaname enojado.




Ichiru se sentó recto como una tabla y con la mirada baja apretando las manos en su regazo.




—Lo siento.– susurro él peliplata.




Kaname parecía exasperado y se paseó por el salón.




—¿Por qué no simplemente nos divorciamos, Kaname? Sería más sencillo para ambos sí…




La carcajada estruendosa resonó en aquel enorme salón donde dos personas hablaban y una oculta escuchaba.




Cuando los Monstruos se Enamoran.©Where stories live. Discover now