21 { Habrás perdido } ♡

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Izan Harrison.

Salí de la cama sin ganas de nada, me aliste y baje, era temprano para mí, pero no para Demean que ya no estaba, ya se había marchado con rumbo al café.

Le marque a Ernesto.

—Buenos Días— dije cuando él contestó.

—Buenos Días ¿Todo bien?

—¿Puedes llevarme al Café?— dije.

—Claro, estoy en cinco— colgó.

Mientras él llegaba prendí el televisor, había un partido y ver eso solo me dio nostalgia.



[Minutos después]

—¿Demean se fue sin ti?— bromeó.

—Sí— se le borró la sonrisa.

—Ah— se negó a decir más.

—El mes que viene tenemos partido en casa— dijo de la nada.

Mi vista se detuvo en él.

—¿Contra quién?— pregunté.

Hizo un gesto de arrepentimiento.

—Aún no lo sabemos— dijo, pero claro que lo sabían.

Guarde silencio

—Es un clásico ¿Como no van a saberlo?— comente serio.

—Izan yo…

—No pasa nada, soy yo quién debe superar ese suceso— le dije.

Pues había sido un Clásico en donde sucedió el accidente que me dejó así.

Al llegar al café él me ayudó a bajarme y me acompañó a cruzar la calle.

Cuando alcé la vista miré a las chicas, solo que ella no estaba ahí, como solía. En otra mesa había dos chicos, ambos hablaban degustados.

—Gracias ¿Quieres un café?— le dije a Ernest.

—No, gracias. Iré a saludar a las chicas y me voy porque hay entrenamiento— le dije que estaba bien con la cabeza y me voy de largo hacia el pasillo sin saludar a nadie.

Al abrir la puerta mi vista dio con un Callum Rossi sentado en el sillón con Demean.

Mi semblante se puso serio.

—Buenos Días.

Él se paró rápido y me extendió su mano.

—Buenos Días— me dijo y aceptó el saludo.

Luego le indique con la mano que volviera a sentarse y este lo hizo.

—Mira Izan— me dice.

—No necesito su compasión, hace más de un año estoy así, entonces ahorre su compasión— seguía serio.

—Cállate y escúchame ¿Acaso no dejas hablar a las personas?

—Como usted— hablé de mal gana al recordar lo de anoche, cuando interrumpió.

—Mmm ya veo— miró a Dem— Estoy aquí para pedirte una disculpa, no era mi intención— terminó diciendo.

—Tampoco la mía— nos miramos.

Por el gesto que hizo supuse que estaba mirando a mis ojos.

—No son así— dije— Solo que anoche no pude dormir.

—Ya veo.



[Horas después]

Y como si los tres fuéramos grandes amigos nos contamos de todo, desde que Zulay golpeó a un niño con unos guantes de boxeo a lo que pasó anoche con Dalia.

ℱ𝓊ℯ𝓇𝒶 𝒟ℯ ℒ𝓊ℊ𝒶𝓇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora