¿Quién soy? - Capítulo uno

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Que ironía pensar que lo que más me ha atraído en vida sea la muerte. Es curioso indagar en su porqué. Quizás sea porque aún soy demasiado joven o quizás porque una parte de mi personalidad se haya desarrollado hasta un punto de no retorno en el que todo es percibido como algo triste, en el que parece que estos sentimientos de apatía, cansancio, pesimismo y negatividad nunca se fueran a ir.

Pero sigo aquí, y sigo sin tener un porqué, sin saber a dónde voy a ir y sin tener remota idea de mí.

Con frecuencia, trato de observarme ante los ojos de distintas personas. Pienso en mis padres, y sé que me ven como una persona que aún no sabe nada de la vida, pero que cree saberlo todo. Y no creo que esto cambie, porque ellos siempre sabrán más, siempre habrán vivido más.

Me veo bajo los ojos de mis amigos, y veo a alguien inestable, a una persona solitaria, introvertida, que raramente se abre ante los demás. Y tampoco creo que esto cambie, las personas son etapas, y como etapas que son, se marcharán, y junto a ellos mi muchas otras versiones, siempre se quedarán con la de la persona de la que nadie supo lo suficiente.

Y trato de verme bajo mis ojos, y veo a un ser oscuro, inerte, veo a alguien sin claridad, a un ser que se mueve por estímulos y que vive profundamente infeliz porque se halla en una sociedad a la que no le importa más que poder capturar algo que los demás admiren, y él se siente invisible. Llego a la conclusión de que tan solo veo a alguien que vive en un océano de dudas, en el que hay sueños perdidos, metas incompletas, decisiones incorrectas, e inestable esperanza que aparece y reaparece como mareas conforme el clima cambia.

Trato de pensar en la solución ¿Como salir de este estado aparentemente no finito? ¿Cómo salir de este sentimiento tan arraigado a mi? ¿Perecerá en las barreras del tiempo o por consecuencia caerá por su propio peso? ¿La solución está en este mundo o en lugar que desconozco? Es aquí cuando pienso en la muerte. Sí, muerte, la misma palabra ya te induce en un estado meditativo y de reflexión. De hecho, ya estás pensando en ella,posiblemente en tu mente comiencen a aparecer imágenes de todo tipo, de familiares fallecidos, de momentos que difícilmente se repetirán y mil cosas más que un cerebro inquieto puede generar.

Y quizás pienses, al igual que yo, que es una de las palabras que más sufrimiento han causado en el mundo, en esta experiencia transitoria y realidad tridimensional por la que vagamos y que llamamos vida. Durante siglos y siglos, la muerte ha sido el punto de inflexión de los grandes mentores de las ciencias, y el gurú y guía de las artes y las letras. Pero también, de personas corrientes como yo, que ven como única vía de escape, de camino a la felicidad o al menos bienestar perecedero que pueda existir, despedirse de este mundo.

Cuando la muerte empezó a verse así, todo comenzo a ser extraño. Soy consciente de que no se debe de hablar de ello a la ligera, y jamás incidere a nadie a la misma, incluida a mi persona, por más que la piense y por más que la quiera, porque la esperanza es lo último que se pierde, como dicen. Pero necesito expresar lo que siento y lo que espero que no sientas tú, al menos no prolongadamente.

Desde hacía ya un tiempo todo lo sentía extraño, vivía sin motivo, sin esperanza, sin el principal motor de la existencia humana, sin un propósito y sin ni si quiera un misero anhelo, vivía, simplemente vivía.

Y extrañaba no sabes cuánto extrañaba, extrañaba todo, mi risa, sus risas, esas noches en vela hablando sobre las curiosidades del universo, y de lo imperfectas que somos las personas. No sabía si de extrañar todo se había vuelto extraño o si de lo extraño que era todo, ya todo lo extrañaba, pero vivía. Y no entendía, no entendía nada. Ni si quiera esperaba a que fuera de día, porque todo seguiría siendo igual, seguiría la melancolía. Y la indiferencia me mantenía estática, no esperaba la noche, ni el día , ni si quiera la melodía, que se repetía incesantemente cuando anochecía y que me arropaba el alma cuando las lágrimas se sentían frías. Sabía que yo seguía ahí, y que perduraría. Irónica me mantenía buscando epifanía, de la mañana y de la vida, pero aún sin entender, sin comprender, si quiera porque vivía. Ni que me movía o me llevaba a sentirme extraña, vacía, incluso en compañía. Porque nadie lo entendía ni si quiera yo misma. Pero vivía, te aseguro que vivía y vivía tanto que no sabes cuánto sufría.

Cuanto extrañaba escribir... creo que lo haré más a menudo. Escribir como si alguien me estuviese leyendo me tranquiliza... De hecho, creo que lo haré casi todos los días. No sé quién podrá leer esto pero, espero que nunca nadie lo haga. Nos vemos yo futuro o  intruso...

1 de enero de 1999

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⏰ Última actualización: Dec 07, 2023 ⏰

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