4. Primeros planes

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—Tantas cosas que pudiste planear y lo primero son un tatuaje y un piercing, você tá maluco? –.

—Bueno pinche mierda, ¿me vas a ayudar o me vas a criticar? –. Reclamó Roier con enojo.

—Eu vou te ajudar, ¿quieres el número de alguien que haga ambas cosas? Baghera tiene un conocido en la ciudad que le hizo sus tatuajes y que también hace piercings –.

—¿Qué tan confiable es?–.

—Baghera sigue viva después de siete tatuajes, dime tú –. Cellbit levantó su vista de unos papeles que tenía y miró a Roier. —Y si sientes miedo puedo ir contigo–.

Roier levantó una ceja. —¿Miedo? Nah, ¿crees que tengo miedo? ¿Y me quieres acompañar? Uy, ya mejor di que me extrañas–. Se rió burlándose.

Cellbit suspiró. —Calate pendejo –. Lo miró molesto y regresó la vista a sus papeles. —¿Que no tenías miedo de las agujas? –.

—Sí, pero puedo hacer ese sacrificio –. Roier tomó de su agua de horchata, mirando alrededor de la taquería donde siempre se habían reunido, y donde se seguían reuniendo.

—¿Has pensado qué vas a hacer? ¿Tienes un diseño, tamaño, lugar?–.

—No –. Roier hizo un puchero.

—¿Y el piercing?–.

El silencio le dio la respuesta a Cellbit, que frunció el ceño.
—Bueno, cuando tengas una idea avísame para decirle a Baghera sobre el número –.

—¿Por qué no me lo pasas así nomás? –. Roier se quedó callado por un segundo y después sonrió burlón. —Ah, que quieres seguir viéndome –. El rostro confundido de Cellbit hizo que Roier soltara una risa. —¿Hay otra explicación? Podrías solo mandarle un mensaje ahora y que te lo dé, no es tan difícil –.

— Está bom, eu farei isso –. Cellbit tomó su teléfono de la mesa, escribió algo y después dejó el aparato en su lugar. —Cuando responda te lo enviaré –.

No hubo más palabras después de eso, el sonido del local y de los autos y la vida fuera del lugar eran lo único que oían, Cellbit no apartaba la mirada de sus papeles, Roier veía a todos lados menos al brasileño frente a él.

Hasta que se hartó y preguntó: —¿Cuando va a responder la pinche Baghs?–.

Cellbit levantó la vista y alzó una ceja. —No han pasado ni treinta minutos –. Regresó su vista abajo. —A veces tarda días en contestar –.

—¿¡Por qué?!–. Roier frunció el ceño. —Pinche Baghera ¿por qué tarda tanto? ¿En el trabajo también es así?–.

—No, cuando son asuntos del trabajo le aviso por un teléfono para el trabajo, en ese responde más rápido –.

Roier analizó unos segundos, dándose cuenta que podría estar siendo exigente. Cellbit sólo lo iba a ayudar en lo que podía, no estaba obligado a hacer nada o esforzarse de más si al final las cosas se complicaban. —Tienes razón –.

Cellbit suspiró. —Si por la noche no responde le preguntaré mañana, después te avisaré –. Hubo un silencio, Cellbit por un momento pensó que el mexicano se había molestado con él, pero cuando lo vio como si nada pidiendo otra orden de tacos se alivió.

Después de un rato en el que sólo comían y hablaban de cualquier cosa cada cierto tiempo, Cellbit recibió un mensaje.
—Es Baghera, me mandó el número, te lo voy a pasar –.

—En corto –.

Intercambiaron números el día que Roier terminó en el hospital, con Cellbit alegando que era necesario por si necesitaban reunirse para planear algunos puntos de su lista. Roier se había burlado de él pero al final había cedido. Cuando el castaño recibió el mensaje con aquel contacto, se quedó quieto un rato, decidiendo si mandar un mensaje en ese momento o cuando tuviera una idea de lo que quería.

Things To Do [Guapoduo]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt