Capítulo II

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—Debo felicitarla Ms. Paige. Se ha lucido con el servicio esta noche—Ms. Eleonor Bradley, la Señora de Whispers House, era quien realizaba el cumplido.

Se había ubicado a la par de la anciana ama de llaves de la mansión —por quien sentía un cariño especial ¡¿Y cómo no?! De no ser por ella hubiera sucumbido luego de su primera noche de casada en aquella fastuosa propiedad—, junto al portal principal, desde donde se podía apreciar la totalidad del "espectáculo". Los dedos de sus finas manos aún palpitaban después de haber interpretado una soberbia pieza musical en el reluciente piano.

El instrumento había sido entregado como parte de la cuantiosa dote a la familia Badley, aunque ciertamente siempre habría de pertenecer a Eleonor. Se trataba de una pieza única, de diseño artesanal, realizada con el mejor palo santo y el más perfecto marfil. En la tapa yacía grabada una frase de su propia autoría, un sello que le garantizaría eternamente aquella pertenencia : "aquí yace encriptado el lenguaje del alma, la esencia del espíritu, la gracia de los ángeles". E.B.

"Podrán silenciar mi voz, pero jamás podrán acallar la esencia de mi alma mientras pueda interpretar mi música" Había pensado la joven Eleonor del pasado.

En la actualidad, aún seguía creyendo que el instrumento era un fuerte comunicador de sus estados de ánimo. Esa noche, por ejemplo, había celebrado, reído, pero también sufrido el matrimonio de su hijo mayor con la heredera Wright a través de la música. La dama no tenía nada en contra de aquella virtuosa muchacha, que en cierta medida le recordaba a ella en sus años dorados, pero sabía de los pesares que le causaría la unión a su querido primogénito.

En cuanto al otro hijo, era mejor no ponerse a cavilar al respecto.

—Le agradezco mi Señora, aunque bien sabe que no ha sido una tarea enteramente mía —respondió el ama de llaves. Su larga estancia al servicio de Whispers House y su amplio conocimiento y desempeño en el servicio no le restaban humildad.—Ms. Grey se ha esforzado con la mantelería. Ni siquiera yo podría haber logrado ese blanco inmaculado —admitió.

En su interior sintió gran admiración por su compañera de oficio por haber conseguido ese resultado aún cuando sus manos ya mostraban signos de artrosis. "¡Pensar que todavía tiene niños tan pequeños! ¡Y Miss Mary es apenas una florecita muy frágil! ¿Qué harán si su madre no puede trabajar? Ella es su única proveedora." evocó con pesar. Aunque sabía que sus Señores no dejarían a sus hijos desamparados, pero el trabajo en las minas de carbón familiares no era una opción demasiado favorecedora o saludable, ciertamente.

—También debería ud. felicitar a Miss Cook y Ms. Baker, los jóvenes se han esmerado con este banquete —añadió—. Llevan toda la jornada cocinando y varios días seleccionando los mejores ingredientes para el deleite de los presentes..

Tal vez estaba hablando de más. Cualquier otro empleado aceptaría el cumplido y se ahorraría otras acotaciones, pero así no era ella. Firmeza y justicia la definían, además de un gran sentido de la empatía y el compañerismo. Además, sentía la suficiente confianza con la Señora como para entablar ese tipo de plática sin temor a represalias.

Ms. Bradley sonrió con entusiasmo.

—Por supuesto. No quisiera un castigo por mi falta de educación, "nanny" —dijo, en tono de broma, pero con sumo afecto.

Es que Ms Paige había sido, entre otras cosas, una especie de cuidadora, educadora (Londres no era como hogar natal en Gales), como una segunda, sino una primera madre para ella en aquellos años.

—Madre, Ms. Paige—saludó Mr. Dominick, parco—. Si me das permiso, he de retirarme.

Por su semblante y su tono de voz se podía dilucidar que era de los pocos invitados para quienes la velada no era precisamente un festejo.

Ms. Eleonor intentó mantener su regio porte erguido, pero Ms. Paige notó que las piernas se le aflojaron por debajo del largo y adornado vestido. No estaba para soportar otro disgusto. ¡¿Por qué, ese jovencito descarrilado, tenía que iniciar un berrinche justamente esa noche?! Que Mr. Bradley no pudiese permanecer cinco segundos en una habitación cuando se hablaba de su posible y futuro matrimonio era una cosa, pero esa ni siquiera era su boda. Era la de su único hermano, razón más que suficiente para guardar sus ideas en el bolsillo de su chaqueta y comportarse.

—¡¿Te encuentras indispuesto? —inquirió su madre, cuando en realidad quería decir: "¿No puedes aguantarte?" Pero prefería callar para no iniciar un debate.

Tan similares eran aquellos dos en temperamento que eso era justamente lo que pasaría y posiblemente ambos terminarían disgustados y sin hablarse por varios y largos días.

Cualquiera podría pensar que esas fricciones generaban una relación poco cercana o apática entre madre e hijo, pero sucedía lo contrario, la similitud de caracteres tenía una fuerza ambigua. Así como a veces provocaba enojos, la mayoría del tiempo generaba enorme simpatía y, claro está, un inmenso apego entre ambos.

Ms. Paige podía dar crédito de eso, eran almas gemelas si existían. Incluso en los rasgos físicos se parecían. Mismo color de cabello, como la noche ébano, y mismo tono de ojos, puramente azules y estremecedoramente intensos.

—Así es. Tal vez fue algo que comí que me cayó mal.—Ahora era Ms. Paige a quién le temblaron las piernas, pero de puro coraje. Ms. Bradley la tomó del brazo con cautela y siseó algo entre dientes..

—Ms. Bradley, joven Bradley, Ms. Paige. Tengan ustedes una espléndida noche y permítame transmitirle mis más sinceras felicitaciones Ms. y a su primogénito, el flamante esposo, cuando lo vea. ¡Qué fortuna ha traído al contraer nupcias en vísperas del cumpleaños de nuestra querida Reina —saludó con solemnidad Mr. Long., padre (Contador y abogado de la familia Bradley desde tiempos inmemoriales) haciendo una larga, pero muy oportuna, entrada por la puerta principal.

Tras un apretón de manos y un beso en la mejilla, que duró más de lo deseado. Ms. Eleonor dijo:— Puede darle las felicitaciones ud. mismo Mr. Imagino que ha venido a celebrar como todos los invitados. Incluso los trabajadores de la mina han tenido el día libre hoy e iniciaron su propio festejo en honor a mi hijo —comentó, más por cortesía que por verdadero deseo de iniciar una conversación. Hablar con Mr. Long le provocaba dolor de cabeza, ya que por lo general era una interminable charla de uno solo.

—Me temo que se equivoca usted mi exquisita Señora, no hay sitio para el jolgorio en nuestra familia. El honor y el deber es el lema de los Long y, aunque la noche lo amerita, y sin intención de rechazar tan distinguida propuesta, debo comunicarle que he sido convocado por su esposo para prestar oficio. De hecho, me debe estar esperando — miró su reloj de bolsillo con apremio— Llevo unos minutos de retraso. El tiempo pasa volando cuando se viaja por esas tierras tan alegres, pero el camino es largo en realidad y mi cochero no está familiarizado con el paraje. ¡Casi toma por el sendero equivocado y acabamos en Golden House! —sonrió nervioso.

—Me apena oír eso, pero en tal caso no lo demoro más. Encontrará a mi esposo en el estudio. Siga con confianza, ya conoce el camino— despidió, quizá con demasiada animosidad.

El vetusto caballero tomó el camino indicado, iniciando una larga y lenta caminata por la escalinata hacia el segundo piso, hasta que finalmente se perdió en la oscuridad, allí donde las luces de las magnas arañas no llegaban a alumbrar. Mas, cuando la mujer giró para retomar la pasada charla, no pudo hacerlo. Con mayor premura que la de cualquier Long podría haber jamás imaginado, Mr. Dominick se había evaporado del Gran Salón, sin intención de regresar.

 Dominick se había evaporado del Gran Salón, sin intención de regresar

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Whispers House. El origen del mal. (En Curso) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora