Capítulo 1

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Después de tantos años, la banda "Brozone" anunció su regreso; habían hecho las pases luego de esa loca y peligrosa aventura donde la vida de un hermano casí se pierde. Sin embargo, no significó el final a las fuertes peleas de aquella familia; las discusiones se incrementaron con el paso de los días, como si los hermanos no hubieran aprendido la lección, y eso causó un gran dolor en todos ellos, en especial en un pequeño de cabello rosado y shorts negros.
Caminó por los tranquilos y hermosos senderos de la villa trolls sin dejar de pensar en las palabras que quedaron atrapadas en el pasado, pero que golpeaban su presente con una fuerza descomunal. Un golpe que dolía más que la misma soledad que vivio hace tantos años. Su mirada no dejaba de transmitir una sensación de culpa mientras todo su cuerpo se encontraba decaído, con el color casi apagado.
Algunos trolls pasaron a su lado, riendo y jugando entre ellos; unos eran amigos y otros hermanos que, para ser sinceros, se veía una mejor relación que la que tenía con sus propia familia. A veces se preguntaba ¿por qué sus hermanos no podían ser así? Tal vez algunas familias nunca entenderían las lecciones que la vida te brinda, o no querían aprenderlas. Ambas opciones eran igual de malas como la torpe disculpa que se formó en la mente del troll con cabello rosa y raíces blancas.

Había pasado una semana desde aquella pelea que dejó un gran impacto en cada uno de los integrantes. Su hermano menor nunca se presentó a los ensayos, mucho menos a las reuniones que tenía programada con su novia, la princesa Poppy. Al principio lo sintieron algo normal, pues es mejor apartarse y desquitar la ira de otro modo que con las palabras, pero para todos resultaba exagerado desaparecer una semana.
Decidió dar el primer paso, después de todo, era uno de los hermanos mayores de Ramón y debía mostrar el ejemplo. Practicó su discurso mientras se dirigía al búnker de Ramón; Poppy le había indicado el mejor camino para llegar. Utilizó las manos para apoyar de manera visual sus disculpas, pero con cada intento las manos se volvían más torpes, como los nervios antes de un concierto.

Conforme avanzó, los trolls desaparecieron y la naturaleza dio la bienvenida al ambiente natural en el que vivían. Los árboles eran demasiado grandes, sus hojas tocaban el cielo y se multiplicaban sin parar. Los arbustos parecían estatuas, quietas sin importa el movimiento del propio viento. Los rayos del sol se extendía en el oeste y los primeros colores nocturnos cambiaban el cielo.

Sin darse cuenta, gracias al profundo y enorme laberinto que era su mente, llegó a la entrada del búnker. Tenía un tapete algo maltratado y una escotilla para entrar de un color verde fuerte, como el pasto que lo rodeaba, esposo y fresco.

-¿Ramón?-Tocó la puerta, los ecos adornaron el lugar-Soy Floyd, ¿podemos hablar?

Ninguna respuesta se manifestó por parte de la criatura llena de planes y de una madurez impresionante. El trolls de pelo rosado se inquieto; sabía que esa sería la respuesta después de lo que ocurrió, pero al menos esperaba un pequeño ruido que le diera alguna señal de que le prestaba atención, pero no había nada. Sólo el sonido de las luciérnagas volando cerca de su cabeza.

-Por favor, Ramón-Avazó un paso-. Sólo quiero hablar de lo ocurrido.

El silencio siguió presente.
Floyd comprendía la ira de su hermano; en cualquier momento le hubiera brindado su espacio y volvería más tarde, pero no quería seguir atrasando la conversación. Pasó una semana, suficiente tiempo para calmar la ira y pensar con la cabeza fría, con la posibilidad de llegar a una solución amable y razonable.
Pero una parte de ese troll comprensivo se preocupó; su hermano no era de aquellos que no contesta ante una pregunta o al llamarlo por su nombre. Era algo extraño que un comportamiento así viniera de él; se lo podía esperar de todos sus hermanos, pero no de él.

-Voy a entrar.

Y, sin esperar respuesta por parte de su hermano, entró con cuidado.
Se paró en el elevador y, con un fuerte jalón de la palanca, se comenzó a mover. Sabía cómo funcionaban los aparatos de su hermano, pues se encargó de informarle cuando tenían sus momentos de hermano. Además, ahora vivían junto a él y no necesitó más información, sólo acostumbrarse a su nuevo hogar. El simple hecho de recordarlo le formó una pequeña sonrisa. De todos sus hermanos, Ramón era el que más cariño le tenía y se podía sentir esa unión inquebrantable que los ayudó a escapar de los hermanos Velvet y Venner.
Las luces seguían encendidas, sin embargo, en el ambiente rondaba un aura oscura y desagradable. Un mala presentimiento llenó el interior de Floyd.

El elevador se detuvo, y los ojos de aquel troll se congelaron ante esa imagen violenta : todos sus libros se quedaron tirados en el suelo (algunos rotos y otros con daños menores), las sillas derrumbadas, las paredes manchadas de tierra, los viejos discos de su banda destrozados. Los marcos que protegían las fotos familiares se rompieron; algunos pedazos de madera estaban esparcidos en el suelo. El relleno de las almohadas y el propio colchón mancharon la entrada. Todo era un caos, pero lo que llamó la atención del hermano fueron unas pequeñas manchas de un líquido rojo que pintaron la última foto de todos ellos unidos. Tomó la foto que inquietó su estado; el rostro de su hermano estaba destruído.

Los ojos de Floyd se abrieron por completo, sus pupilas se encogieron mientras temblaban, pues el terror invadió todo su ser. Su cuerpo se paralizó, todas las ideas desaparecieron de su mente, la sangre disminuyó con brusquedad y su corazón latía con rapidez. Entró buscando una respuesta al desorden, pero no existía ningúna. No obstante, su mente fue capaz de crear una sola respuesta entre todo ese desorden, una que no le agradaba para nada.

Floyd volvió al elevador con desesperación. No tenía tiempo de llorar; debía encontrar a su hermano y, esta vez, no le iba a fallar.

Lo Siento Where stories live. Discover now