La Carta de Leopold 1

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Hola mi amor,

¿Qué tal?, espero que estés bien. Soy Leopold.

Hace unos días he estado pensando en cómo responder a la carta tan bonita y a la vez impactante que me enviaste. Sé que la situación en la que nos encontramos es de lo peor que hemos podido vivir jamás, y además, no hemos podido vernos en dos años, desde que nos separaron a la fuerza.

La carta llegó a mis manos hace 1 semana, el mismo día que te pedí salir por primera vez hace 10 años, el 15 de octubre de 1906. Mi madre, una de las pocas personas que nos acepta, la envió a mi trinchera. Muchas gracias por felicitarme. Aún no me creo que haya pasado una década de noviazgo y lo tengamos que celebrar en estas condiciones. Sin embargo, esta carta ha sido el mejor regalo que he podido tener desde que empezó todo.

La leí hace unos días, y entiendo cómo lo has estado pasando en Verdún, lugar donde naciste y viviste toda la vida, pero ahora, te obligan a pasar por todo esto. Es un verdadero sufrimiento. Me gustaría estar allí contigo y decirte que todo saldrá bien y pronto acabará, aunque no sea posible.

Entonces, como me preguntaste, ahora te cuento cómo estoy aquí.
Según ya sabes, ahora mismo me encuentro en Somme. Al igual que en todas las guerras, las cosas no van especialmente bien. En el frente alemán, la gente muere de todas formas posibles, balas, bombas, gases tóxicos, suicidios, falta de suministros y así seguiría, pero no puedo gastar mucho papel, así que, reduciré algo de texto y a la vez añadiré todo el que pueda. Bueno, como decía, todos están intentando ser positivos aquí, pese a ello, el temor, el estrés y la desesperación superan los límites y nos están volviendo locos. Además, las condiciones en la que vivimos, que no es muy indiferente a la tuya, son horribles. El olor de la madera mojada y podrida de las paredes, el olor de los cadáveres, la poca higiene del lugar, la rutina constante, las enfermedades constantes, entre otros, me quitan las ganas de seguir luchando.

El día a día que tenemos es siempre la misma. Cada mañana nos levantamos entre la humedad, el frío, las armas, los roedores y algún que otro cadáver, y nos sentimos como si nunca acabara esto y no pudiéramos volver con nuestros seres amados jamás. Pero eso siempre me recuerda a ti, la primera vez que me besaste, y lo único que se me pasaba por la cabeza en ese instante era si en algún momento cesaría esta maravilla. También a las palabras más bonitas que me dijiste jamás, "¿Debería quedarme?, ¿Sería un pecado?, es que no puedo evitar enamorarme de ti".

En eso, como iba explicando, nos preparamos y vamos a nuestras posiciones para retomar la misma tortura de todos los días. Durante el día tenemos algún que otro descanso corto para comer o beber. Hasta que llega la noche, donde volvemos a dormir entre la basura. Y así seguiremos hasta morirnos y los roedores e insectos se apoderen de nuestro cuerpo; o, sino, hasta que algún día acabe la guerra.

No lo soporto más. Pero solo quiero seguir adelante para volver a verte a los ojos, besarte bien fuerte y a la vez sentir mi corazón latir como si fuera a explotar, mientras voy apreciando, de nuevo, la suavidad de tus hermosos labios, cara y cuerpo. Y es que tú tienes la llave de mi corazón y la necesito.

Te quería decir que llevamos una década de risas, lágrimas y mucho amor, y tengo la esperanza de que nuestra historia perdure; porque en mi funeral, cuando cuenten la historia de mi vida, quiero que te incluyan a ti, y mi amor hacia ti, aunque no lo acepten.

Confío en que esta carta te pueda llegar bien, ya que mandar una carta a un país enemigo es algo difícil por las restricciones y algunas prohibiciones. Pero si tú conseguiste hacermela llegar, yo también haré lo imposible para que logres leerla, y que sepas que sigues siendo parte de mí.

Felicidades por tantos años juntos y prometo visitarte lo más pronto posible.

Te quiero mucho y te querré para siempre, Jérémie Moreau, el único francés al que amaré tanto.

29, octubre de 1916
Leopold Schmidt Sternberg

Cartas entre trincherasWhere stories live. Discover now