Sonrisa.

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Trataba de conciliar el sueño después de la misma pesadilla que, como siempre, lo despertaba cada noche. Se revolvía en la cama, anhelando el descanso. Mañana tendría que encontrarse con Eliana para buscar otro cristal, pero los recuerdos de ella lo acosaban más intensamente que nunca. Recordaba sus ojos, cargados de amor, y su sonrisa, un consuelo constante que siempre lo acompañaba en silencio.

Alzó la mano hacia el techo de madera, cerrando los ojos en un intento desesperado por evocar el tacto y la voz que se desvanecían en sus recuerdos. Intentaba retener cada palabra, cada matiz, como si eso pudiera evitar que ella se desvaneciera de su lado. Anhelaba aferrarse a todo lo que ella le había dado a lo largo de su vida, deseando poder expresar su gratitud por cada gesto, cada palabra, cada sonrisa. Sin embargo, solo podía lamentarse por los errores cometidos, cuestionándose si alguna vez había pensado en el bienestar de Eliana.

Dejando caer el brazo con pesar, un silencio melancólico se apoderó de la habitación, mientras su mirada se perdió en el techo, como si este pudiera revelar lo que ansiaba escuchar.

—Solo una sonrisa de Dani habría resuelto esto —murmuró con una sonrisa irónica, que pronto se transformó en risa, dando paso a un eco de llanto que llenó la cabaña en la que ahora vivía.