Paqueteria Navideña

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Por Saib2789 

El mejor tirador que conozco. Tú sabes de qué hablo cariño *u^ Muchas gracias por ser mi super agente navideño. Dedicado con amor para quienes creen que las casualidades son milagros. 

*

No supo qué lo impulsó a hacerlo. Tal vez eran las luces de navidad, que lo ponían de buen humor. Tal vez era el gorro rojo, que sumado a su gran barriga lo hacía sentirse Santa Claus. Tal vez simplemente era lo correcto. De cualquier modo, el jefe de la empacadora decidió que había llegado la hora, y llamó a su mejor empleado con una sonrisa.

—¿Meliodas?

—¿Sí señor?

—Ven aquí. Ya puedes irte —dijo entregando su cheque y un sobre con un bono un poco más gordo de lo habitual—. Y por lo que más quieras, duerme un poco. Estás hecho mierda.

—¡Gracias! —exclamó el alegre rubiecito ignorando lo último—. Muchas gracias, jefe. Ya solo hago esta entrega y acabo, no se preocupe —Pero igual el viejo se preocupó. El pobre había estado trabajando turnos dobles todos los días de las vacaciones, seguía estudiando, y esa definitivamente era su tercera taza de café.

—Vale. Pero de ahí, directo a casa, chico. No quiero que me acusen de explotación.

—No señor. ¡Feliz Navidad!

Y en verdad lo era. Meliodas se lanzó en su moto disfrutando las luces, las decoraciones de la ciudad, y estás le transmitieron un sentimiento tan cálido que ni el viento pudo enfriar. Aunque quizá debió permitirlo, para despertar. Se puso tan cómodo que por poco se quedó dormido al volante, salvado por el GPS que timbró como una campana en sus oídos. Estacionó frente a una pequeña y lujosa casa de una zona residencial.

—¡Paquetería! —llamó tras tocar el timbre. Se inclinó un poco tratando de acomodar la pesada caja, y al levantar la vista, estuvo seguro de que había chocado, muerto y llegado al cielo. Solo así explicaba el ángel parado frente a él.

Una hermosa chica de cabello plateado y rasgos dulces lo miraba con expresión de sorpresa. Llevaba un elegante suéter rojo de cuello alto, lo cual resaltaba increíblemente sus ojos, un par de esferas color zafiro que destellaban como estrellas. O quizás solo eran las lágrimas que las humedecían.

—¿E... El... Ellie... Go...?

—Goddess —confirmó finalmente sonriendo—. Sí, soy yo. ¿Señor? ¡Señor! —El pobre sufrió un desmayo momentáneo que lo dejó en el suelo, y un segundo después reaccionó siendo sostenido por esa diosa.

—¡Disculpe! —exclamó tratando de enderezarse—. Qué torpe.

—¿Está bien? —A la gentil chica solo le tomó unos segundos saber la respuesta. Pálido como papel, con unas ojeras enormes, tembloroso y no de frío. Reconocía los síntomas. Eso era agotamiento puro.

—Perfectamente. Qué vergüenza, yo... —dijo pasando solo lo necesario para dejar el paquete—. ¡Buenas noches!

—¡Espere! —le pidió tirando de su chamarra y haciendo que volviera a caer—. No puede irse en este estado, tendrá un accidente. Venga, pase un momento a sentarse.

—Gracias, disculpe las molestias —aceptó, reconociendo que estaba mareado y hundiéndose en el esponjoso sofá.

—Por dios, está frío como muerto. ¿La empresa no le proporciona equipo?

—Sí lo hacen, pero me gusta sentir el viento —le respondió con honestidad. Solo que está vez ella no le creyó. Labios partidos, cabello tieso, nariz roja como la de Rodolfo el reno. Estaba casi hipotérmico, así que tomó una decisión mientras fruncía el ceño y cerraba los puños con fuerza.

Nuestro Libro de Cuentos Navideños - Especial de Diciembre 2023Where stories live. Discover now