•• 8 ••

210 38 30
                                    

Incluso en otro universo

.
.
.

Los comestibles se encontraban dentro de las bolsas y estas colgaban, pesadas, a cada lado de su cuerpo.

Había pasado un tiempo desde que hizo las compras, y no está seguro de haber sido muy inteligente al salir cuando el clima comenzaba a volverse una cosa gris y fría, pero KyungSoo era tan obstinado y necesitaba distraerse con tanta desesperación.

El trabajo era agotador, el sueldo no era suficiente para ayudar a Baekhyun con las cuentas del apartamento y él se sentía tan avergonzado. Se sentía estresado y presionado por toda aquella situación, por no poder ser de más ayuda.

Nunca quiso pensar en ello realmente, pero en estos momentos se da cuenta de que tal vez su padre tenía un poco de razón. Ser un omega te convertía en una carga en algún momento de tu vida. Él estaba siendo la carga de BaekHyun.

No se victimizaba, no realmente, simplemente era imposible no darse cuenta de lo difícil que era la vida para un omega. KyungSoo nunca se quejó al respecto, pero hay días donde piensa en ello profundamente, en lo complicado que es ser tomado en serio en cualquier ámbito, en lo difícil que es encontrar un buen empleo a pesar de contar con estudios culminados, lo difícil que es sobresalir y encontrar éxito en el mundo.

KyungSoo luchó arduamente para colarse entre los mejores de su promoción, culminó exitosamente la universidad y se arrojó al mercado laboral tan pronto como recibió su título; no obstante, nada de eso fue suficiente para los contratistas que le miraron por encima del hombro al descubrir su casta y saberlo soltero, porque maldita fuera esa costumbre de realizar las entrevistas para el marido alfa más que para el propio omega interesado en el puesto. KyungSoo no estaba casado, ni mucho menos marcado, así que fue fácilmente descartado.

(Corea era un dolor en el culo retrasado y tan ignorante).

Y es así es como una persona altamente capacitada terminó arreglando latas de atún en los estantes de una vieja tienda veinticuatro horas.

Con el panorama tan miserable asomándose, se volvió obvio el hecho de que necesitaba salir, caminar y comprar algo. La situación lo ameritaba, sus sentimientos estaban revueltos y su cabeza era un lío.

Al menos recordar a su madre entre pasillos de verduras y frutas frescas pintó una imagen agradable en su escala de grises llena de desesperanza.

Se detuvo frente a la tienda y esperó bajo la protección del techo al notar las gotas de lluvia golpeando el pavimento. No le apetecía mojarse, así que pensó que podría esperar un poco, además, estaría bien si se tardaba un poco más en llegar. Respirar en soledad le sentaba bien, era necesario de vez en cuando.

No se molestó mucho cuando la lluvia comenzó a tomar fuerza y el sonido repiqueteó contra el techo, tampoco lo hizo cuando el viento le golpeó el rostro y le removió el pelo, trayendo consigo la humedad que le empapó el rostro y los tenis desgastados.

Se hizo a un lado cuando un beta trotó a su lado para refugiarse del aguacero y sus ojos se dedicaron a observar a las personas que circulaban por las cercanías. Tan apresurados, aparentemente enojados mientras abrían sus paraguas, otros tantos resignados a ser víctimas de la lluvia fría y los mas suertudos abordando sus autos a toda prisa para volver a una casa calentita.

Exhaló al pensar en la parada del autobús que se encontraba a un par de cuadras de la tienda y dejó las bolsas junto a sus pies, en una zona segura donde no se mojarían tanto. Pasará un tiempo antes de que dejara de llover y pudiera volver, así que era mejor ponerse un poco cómodo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 10 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Obstinado y afectuosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora