CAPÍTULO 8

797 73 1
                                    

Paula

Subo las escaleras que llevan a mi departamento. Introduzco las llaves y abro la puerta. La luz de la pequeña sala está encendida, mi madre está sentada en el sofá viejo, fumando un cigarrillo.

Mi vista se desvía hacia la mesa del centro, en ella están unas bolsas transparentes con polvo blanco. Mi madre expulsa el humo por su nariz.

—¿Donde pasaste la noche?

— Pase en casa de mi jefa —cierro la puerta y entro al departamento.

—¿Tu jefa?—asentí, mirándola —. Bien.

Ella toma una de las bolsitas.

—¿Lo harás?—pregunto mordiendo mis labios—. Pensé que lo habías dejado.

— Pensaste mal niña —da una última calada a su cigarrillo, luego lo tira al suelo y lo aplasta con sus botas.

— Pero me dijiste que lo dejarías.

— No me acuerdo de eso —negando, abre la bolsita, mete su dedo índice llenándolo del polvo, luego lo lleva a su boca saboreando.

— Eso te hace mal mamá.

—¿Y a ti que te importa? No seas metiche Paula, es mi vida y hago lo que me da la puta gana.

Doy una última mirada a mi madre que está por dejar caer todo el contenido de la bolsita en la mesa. Me voy a mi pequeña habitación y me encierro en ella.

Quito el bolso desgastado de mis hombros y luego la chaqueta que me ha prestado Orazia, dejando todo en la cama. Camino hasta el baño donde me miró en el espejo.

Tengo mis ojos llenos de lágrimas.

Tomo aire, que segundos después suelto.

Obligo a mis ojos a no soltar una lágrima, pero es imposible, ellas ya están recorriendo mis pómulos.

Me dijo que lo dejaría, que no lo haría más. Pero me mintió.

Mi madre se droga desde que tengo uso de razón. Un día llegué del trabajo y la encontré tirada en el suelo, su mirada estaba perdida, casi no podía hablar, su piel estaba pálida y fría, en sus labios tenía baba blanca.

Ella tenía dificultad en respirar, tenía mucho miedo.

La llave al hospital más cercano que pude y me informaron que había tenido una sobredosis. Los doctores me dijeron que evitara que mamá consumiera más drogas, hablé con ella llorando pidiendo que la dejara, ella me lo prometió, que no lo haría más.

Hasta hoy.

Sorbo mi nariz, abro la llave del agua y echo un poco en mi cara. Vuelvo a mi cama, quito mi vestido y mis tenis.

Voy por una ducha. Lavo bien mi cabello y mi cuerpo. Salgo luego de minutos, busco unas bragas y mi pijama.

Desenredo mi cabello negro y dejo que se seque por si solo.

Salgo del cuarto, paso por la sala donde está mi madre dormida en el sofá. Hay líneas de polvo blanco por toda la mesa. Mi pecho se oprime, y mis ojos vuelven a llenarse, pero no me permito llorar.

Deseo Moretti ©Where stories live. Discover now