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Pre vacaciones de verano.
— Vos sabés cómo es, medio sensible el chabón, no se le puede decir nada. —
— A mí nunca me cayó bien, no sé qué flashearon de meterlo al grupo. —
— Literal, no se lo banca nadie y por uno de los caprichitos de Julián sigue acá metido. Ojalá se de cuenta pronto y nos deje de joder, ¿No? —
— Ojalá, porque nadie lo soporta. —
Gonzalo escucha eso cuando está a punto de entrar al baño y lo único que puede hacer es respirar hondo, fingir que nada pasó y volver a su banco para fingir estar dormido y que nadie le dirija la palabra. Últimamente su mundo se venía cayendo a pedazos y no estaba pudiendo juntarlos, él creía que sus amigos estaban ahí para apoyarlo, pero se dió cuenta que realmente ninguno de ellos era su amigo.
Post vacaciones de verano.
Justo hoy le tocaba el primer día en la misma escuela a la que iba desde que tenía memoria, esa en la que al final pasaba más tiempo que en su casa. Este año era todo un poco diferente, empezaba el año sin un solo amigo y era un tanto complicado porque ni siquiera era el nuevo. Se adentró en su curso después de la extensa formación en la que la directora habla sin parar con esa voz aguda e irritante comentando esos aspectos que todos conocen y sabrían relatar de memoria. Se acomodó en el último lugar y puso su mochila en el otro asiento, tampoco tenía ánimos de hacer sociales y conseguir un amigo o amiga, la verdad es que se había cansado de la falsedad de la gente de su edad.
— Buen día, para los que no me conocen, soy el profe.. — inició a hablar el profesor de geografía.
Gonzalo estaba muy entretenido con su teléfono hasta que quien estaba sentado frente a él le habló en un tono más alto.
— Amigo, te está preguntando si se puede sentar. — le dice un chico que, de ser honesto, no había visto en toda su vida.
Lunarcito sumamente estético en su mejilla, un tatuaje en su brazo, su piel ligeramente besada por el sol y unos ojos claros que mataban a cualquiera. Volviendo a su realidad, Montiel dejó de analizar el rostro desconocido para mirar la persona que yacía a su lado y que para colmo tampoco conocía.
— Sentate. — le responde de forma brusca sin querer sonar así realmente.
— Permiso. — le responde el otro y le pasa su mochila que estaba situada sobre la silla.
— Perdón, estaba colgado. — se disculpa por lo de recién bajando su mochila al piso y el otro niega con su cabeza restándole importancia.
Las horas vuelan y no vuelve a cruzar palabra con nadie exceptuando al chico que tiene a su lado, que ahora sabía que se llamaba Lucas, que jugaba al fútbol y que era un central. Apenas el último timbre suena y da libre paso a los estudiantes para retirarse, Gonzalo hace exactamente eso. Toma sus pertenencias y camina a su casa, porque si es honesto lo único que quiere es acostarse para dormir, y si tiene mucha suerte no despertar después. Él solo se ríe de sus pensamientos, si su mamá lo escuchara le diría algo como; Ay Gonzalo, no digas esas cosas. Pero Montiel sabe que no va a hacer nada terrible, nunca tuvo uno de esos pensamientos, pero le gustaría evitar la realidad un rato y no tener que pensar en absolutamente nada, justo como cuando duerme.
