Capítulo 5

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Había muchas cosas que Zoro podría haber dicho cuando se acercó a Sanji tras desbloquear la puerta de un tirón y llegar cojeando al salón.

'No te preocupes, no es nada' 'No te atrevas a preocuparte, no puedo soportarlo' '¿Qué coño estás mirando?' 'No te atrevas a compadecerte de mí, igual te joderé' o incluso 'Estás hecho una mierda'.

En lugar de decir algo que pudiera pasar por una excusa lamentable o una amenaza poco convincente, Zoro se limitó a un monosilábico y no conciliador "Eh" y se sentó en el sofá, sin importarle la almohada de su amigo.

Estaba manchado de sangre, y su piel morena se había oscurecido un par de tonos por la suciedad. No mostraba signos de haber adquirido nuevas cicatrices para exhibirlas, pero tenía el labio roto, la nariz torcida y los brazos magullados. Era una paleta horrible y fascinante la que coloreaba el lienzo de su cuerpo.

Sin embargo, a los ojos de Zoro, Sanji era el que parecía una mierda por su pelo desordenado y sus ojos pegajosos, que ahora se hacían más grandes de lo normal, ya fuera porque la sorpresa o el shock se apoderaban de él. O cualquier otra cosa.

A pesar de su despreocupado saludo a una situación completamente fuera de lo normal, Zoro no llegó a coger el mando a distancia y quejarse de la mierda que estaba viendo el cocinero  (uno de esos estúpidos reality shows en los que encierran a gente estúpida dentro de una estúpida casa). No podía pretender que nada de esto fuera normal.

Al recordar su día en la ciudad, se preguntó cómo habían podido salirle las cosas tan mal. El espadachín sabía perfectamente que nadie podía ganar siempre, y había algo bueno en ello, pues era un recordatorio constante de que nadie es nunca lo bastante bueno. Siempre se puede mejorar, hacerse más fuerte.

Pero, ¿cómo habían salido las cosas tan mal? Esto no era una derrota en un duelo de práctica, otro recordatorio para practicar más y convertirse en una forma evolucionada de sí mismo: la había cagado para siempre y, por lo que sabía, podría haber sellado su destino.

Zoro no dijo nada de cómo se las había arreglado para conseguir su nuevo aspecto, o más bien de cómo "ellos" se las habían arreglado para conseguirlo. Sanji no tenía por qué saber de sus asuntos, aunque su amigo conocía muy bien el epíteto de Cazador de Piratas de Zoro. Un nombre así no podía encajar en un oficio moral y legalmente incuestionable.

¿Y bien? La regañina de Sanji estaba tardando demasiado en llegar. Dejemos que el insufrible cocinero lo golpee dos veces ese día con sus regaños y sus desprecios para que Zoro pueda irse a la cama.

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Al ver lo que le esperaba, Sanji soltó un fuerte suspiro y lo retuvo hasta que Zoro se dejo caer en el sofá a su lado después de cojear lentamente hacia el desde la puerta. Sanji miro su cuerpo manchado de sangre con los ojos muy abiertos. Quería decir algo, gritar a Zoro por ser tan imprudente, exigir saber quién había conseguido hacerle esto, pero sus palabras murieron en su garganta que se sentía terriblemente apretada, taponada por un gran nudo de... ¿miedo? ¿Preocupación? ¿Culpa?

Ver al Marimo herido no fue una sorpresa en sí. El cocinero no sabía exactamente qué se traía entre manos su compañero de habitación cuando a veces desaparecía en algún lugar sólo para volver con moratones y rasguños, aunque sí tenía algunas ideas más que vagas, ninguna de ellas agradable. Pero también sabía que no era asunto suyo y que no interferiría en lo que Zoro, el llamado "Cazador de Piratas" estuviera haciendo.

Sanji había tenido el presentimiento de que Zoro se dirigía hacia el peligro, cuando lo oyó partir esa mañana. Buscar problemas era una especie de hobby del espadachín, al parecer. Por lo general, sin embargo, regresaba con una sonrisa arrogante, rebosante de confianza y rara vez siquiera cerca de estar herido como lo estaba ahora.

Malos Hábitos y Buenas Intenciones - ZosanWhere stories live. Discover now