El gran final

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Adam
31 de octubre
11:00 p.m.
Luego de dormir a Kat, cargada en brazos, la llevé al portal. Cuando llegué a la iglesia, me sorprendió ver que solo Damon estaba ahí, esperándome, y a su lado había alguien más, pero estaba de espaldas, por lo que no pude verle el rostro.

—¿Dónde están los demás? El ritual debe hacerse pronto, ¿no deberían estar aquí ya?

—Esta vez será diferente—respondió bajando la mirada para verme—cada uno sacrificará a su presa solo, con Kat será especial.

Y en ese momento, querría decir que me puse tenso. Pero en realidad, cuando alguno de nosotros sentíamos miedo o angustia, nuestro cuerpo cambiaba de temperatura y era algo que solo se podía notar si nos tocaban.

¿Diferente? ¿Como que "diferente"? ¿Habrá cambiado todo...?

Actúe de la forma más normal posible y respondí:

—¿Qué debo hacer ahora?

—A tu habitación, al menos por ahora—ordenó. Por su lenguaje corporal supe que no sospechaba nada.—. Cuando sea el momento, vendré por ti.

Asentí y salí de la iglesia, siempre cerca, pendiente de Kat.

—Kaia...—le hablé a mi hermana al verla pasar por el pasillo.

—¡Adam!—se lanzó a abrazarme, pero se apartó de inmediato al sentir mi temperatura, pegando un chillido. Por mi parte le hice una señal para que bajara la voz.—¡Mierda..! Estás hirviendo... ¿preocupado?

—¿Qué harán con Kat? ¿Por qué Demon ordenó que todos hicieran el sacrificio aparte y no todos juntos como siempre?—indagué con rapidez.

—No lo sé, nadie lo sabe, solo obedecen. Pero algo escuché...de que hay alguien nuevo... Estará con Demon—respondió mientras colocaba una mano en mi hombro, para tranquilizarme.

—Le harán algo... ¿¡Por qué cambiaron todo de último minuto!?—mi tono era alterado y estaba sudando. Me pasaba lo que le sucedía a Kat en ocasiones. Ansiedad. Estaba ansioso y ni siquiera sabía que era capaz de estarlo. Al darme cuenta de ello, regulé mi temperatura y miré a Kaia, quien me observaba compasiva.

—Sé que no te gusta, pero es lo correcto. Es eso o morir—habló suave.—Debo irme, pero te prometo que cuando esto acabe, podremos hacer algo divertido.

Sin más, Kaia me dio una última sonrisa y se fue.
No sabía qué hacer, habían cambiado absolutamente todo. Enfríe mi cuerpo y mi mente. Volví a entrar a la iglesia sigilosamente y me escondí dentro de un armario, donde solían guardar algunas túnicas, lejos del altar. Desde ahí podía observar a Demon, Kat y a la otra persona. La escuchaba hablar con Demon, su voz se me hacía familiar, pero no la reconocía, a demás tenía casi todo su rostro cubierto.

Ambos ataron a Kat—quien aún estaba inconsciente—de las muñecas y tobillos y luego salieron por la puerta trasera de la iglesia. Había muchísimas velas en el lugar y todo estaba inundado por el color carmesí, desde paredes, alfombras, velas y hasta atuendos.

Pronto vi a Kat despertarse de golpe. Su respiración se agitaba, pero ella se detenía por momentos para regularla. Con una rapidez que siquiera yo tenía, le quitó el seguro a sus ataduras, sin quitar sus ojos de la puerta por la cual Demon y la otra mujer habían salido.

Tan inteligente como siempre, esa es Kat, mi Kat.

Cuando los pasos empezaron a escucharse cerca de la habitación, ella se hizo la dormida. Segundos después, Demon y la otra mujer entraron de nuevo. Con muchísimas armas punzocortantes.

—¿Cuándo va a despertar?—habla la mujer. Nunca había escuchado esa voz en este lugar. Trataba de hacer mente, pero no se me daba una idea.

—Posiblemente, en unos minutos, ponte allá—Demon señala la puerta— de espaldas, tendrás tu momento cuando te lo diga.

A Través Del Espejo Where stories live. Discover now