Capítulo 30

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Útimamente me estoy viniendo arriba asi que voy a intentar escribir un capitulo en condiciones, porque, de verdad, no os merecéis estar así  Una lectora me dijo que queria que narrara Alba, aka yo, así que a partir de ahora va a narrar ella todo el rato. Y ya de paso, no sabéis cuánto siento haber estado desaparecida durante tanto tiempo. Es algo que no me perdonaré nunca. Quiero hacer un esfuerzo y continuar esta historia, porque veo que merece la pena, y, repasando los capítulos anteriores, puedo conseguir que vuelva a su rumbo inicial. Ya no soy tan impulsiva y cliché como antes, así que pretendo hacer la narración clara, concisa, y de manera que merezca la pena leer.

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La mañana siguiente pasó todo demasiado rápido. Andrea llamando por teléfono, Calum llorando de fondo, Louis gritando en busca de calma, y varios balbuceos inentendibles.

Lo siguiente que supe fue que iba camino del hospital.

Aparqué de un frenazo y salí sin molestarme siquiera en bloquear las puertas. Corrí tratando de no tropezarme con mis propios pies y entré al centro. Prácticamente dejé sorda a la recepcionista, ya que le exigí a gritos que me dijera si había visto a un grupo de chicos y dónde estaban. La anciana mujer postrada tras el mostrador mostró una mueca molesta que ignoré completamente. Hartándome, salté la mesa que nos separaba y cogí el pequeño micrófono conectado a los altavoces del hospital.

-¡YAIZA! ¡LA AMARGADA DE RECEPCIÓN NO ME QUIERE DECIR DÓNDE ESTÁIS, VEN A BUSCARME ANTES DE QUE ME ARRASTRE A SU ESPACIO DE SOLEDAD!- la nombrada trató de retirar el aparato de mis manos, por lo que comenzamos a forcejear. Una melena rubia apareció por las escaleras, y pronto estuve en el suelo, siendo retenida por Yaiza.

-Cállate y vamos arriba- me rependió mientras me tiraba de la mano hacia las escaleras. Por el rabillo del ojo divisé a la recepcionista sacarme el dedo del medio.

-¡Esto no acaba aquí vieja, volveré!- trate de zafarme por última vez antes de resoplar y trotar por las escaleras seguida de Yaiza.

Entré a la habitación 356, o eso ponía en el brillante cartel que colgaba de esta. Recibiendo la mirada de varios pares de ojos, entre ellos los de Michael. Todos rodeaban la pequeña cama blanca de hospital, en la que se encontraba un al parecer frustrado Louis con el ceño fruncido y un puchero en los labios, sujetando la mano de Harry mientras este se encontraba revisando algo en su teléfono.

-Ya estoy aquí, ¿qué ha pasado? ¿estáis bien? Ay, madre mía, Louis. Te has caído otra vez por las escaleras ¿a que sí? Seguro que ibas con el teléfono otra vez y te has saltado el último escalón. Es que no se te puede dejar solo ni un segundo. ¿Para esto me casi me lío a palos con la enfermera de recepción? A este paso, un día me matáis, ¿podríais ser más irresponsables?. Además, ¿se puede saber q-.

Unas manos sujetaron mi cintura con firmeza, tirando de mi hacia atrás, dirigiéndome al pequeño baño de paredes blancas y suelos de azulejo.

-¿Se puede saber qué haces?- gruñí cabreada a la persona delante mía. Cómo no, Michael.

-Tenía que sacarte de ahí. Conociéndote, poco más y le saltas a Louis encima.- una sonrisa socarrona se extendió por sus labios. Imbécil.

-¿Y qué si lo hubiese hecho? Con razón. No se puede ser tan despistado. Oh, no me mires así, está claro que se ha caído por las escaleras, es Louis de quien estamos hablando, por el amor de Dios.

Según reprendía a mi castaño amigo, sentí como los brazos de Michael serpenteaban alrededor de mi cintura, pegándome a él.

-Tienes que calmarte - murmuró escondiendo su cara en mi cuello. - Louis ya ha tenido que soportar el sermón de todos, y casi le lanza a Harry el mando de la cama.

Un jadeo escapó de mis cortados labios ante el repentino movimiento del chico que ahora se encontraba tras mía. Sentía su caliente respiración sobre mi hombro y parte de su flequillo rozando parte de mi oreja, lo cual solo provocaba que mi corazón tratara de abandonar mi pecho con latidos que se asemejaban a cañonazos de batalla.

-¿Qué crees que haces? Sueltame ahora mismo Michael, cualquiera podría entrar, vernos y empezar a sacar conclusiones precipitadas.

-¿Qué tipo de conclusiones sacarían, Alba? Vamos, cuentame.- pude sentir la sonrisa sarcástica que surcó los labios de Michael. Se estaba bufando de mí.

-Bueno...- alcé las manos lentamente hasta que entraron en contacto con las manos anilladas del rubio, las cuales aparté de mi cadera para así poder girar y quedar cara a cara con él.- eso depende de qué estés dispuesto a hacer- dirigí sus manos a mi espalda baja y las coloqué sobre mi espalda baja flojamente, permitiendo que estas se resbalasen hacia la curva al final de mi columna.

Michael tragó saliva.

Bingo.

Sonreí coquetamente, observando como la nuez del chico subía por su garganta para hacer el mismo recorrido en la dirección contraria.

-No me retes, Clifford. Si juegas con fuego, te acabas quemando.

Volvió a sonreir.

-Tomo mis distancias.- aseguró fortaleciendo su agarre en mi cintura.

Reí.

-Siempre saltan chispas.

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⏰ Last updated: Jun 18, 2017 ⏰

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