CAPITULO 9

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Lucienne

Lunes

Eran tal vez las seis de la mañana, las cinco si eso era posible y la suave luz se empezaba a filtrar por las finas cortinas de tela que estaban en la habitación.

A diferencia de la noche anterior en la posada, ahora había conseguido dormir un poco más. Sin embargo la sensación de estar en un lugar extraño era inquietante. Más si estaba en el hogar de alguien a quien apenas conocía, pero después de unos minutos en la cama, decidí que era inútil pensarlo tanto.

Me incorporé, estirando mis brazos por encima de la cabeza mientras bostezaba.

Decidí no esperar tanto para ducharme, por lo que levantándome de la cama, caminé hacia el baño y entré al agua tibia, rápidamente sentí como mi cuerpo se relajaba. Después de lo que sentí como una eternidad me envolví en una suave toalla y me puse la ropa que me prestó Theresa, una camisa de botones y un short cómodo. Me quedaba un poco pequeña, debido a la estatura y ajustada pero estaba igualmente agradecida.

Caminé descalza hasta la amplia ventana en la habitación, a través de ella se podía ver con más claridad la extensión de terreno que había.
Era a simple vista impresionante. No era exageradamente grande, pero si lo suficiente para que, al menos cuatro casas de gran tamaño y al menos dos estudios se acomodaran bien.

Me quedé contemplando la vista por unos minutos hasta que un dilema me atacó. ¿Sería prudente salir de la habitación a esta hora de la mañana? No quisiera asustar a nadie, o incomodar en el peor de los casos.

Tras unos instantes de debatirlo en mi mente decidí que el balcón sería un mejor refugio matutino, al menos hasta que me acostumbre.

Me dirigí hacia él e inmediatamente sentí el aire fresco en mi piel y el aroma a tierra húmeda inundar mis fosas nasales. Cerré los ojos e incliné la cabeza un poco hacia atrás mientras me abrazaba a mí misma, tratando de sentir la calma de la mañana.

Cuando lo hacía, el sonido de algo me saco del trance. El pequeño salto que di fue inevitable y la vergüenza que se acumulaba también.

Dos balcones más allá estaba Andrew, quien me observaba con una sonrisa vaga y una risa silenciosa. Como si mi sorpresa hubiera sido divertida para él.

— Buenos días, Lucienne —. Habló con la voz somnolienta, algo más fuerte debido a la distancia.

— Buenos días —. Levanté mi mano para darle un saludo ligero.

— Espera unos segundos —. Volvió a su habitación.

¿Esperar qué? Es más ¿A dónde había ido? Como si mi pregunta esperara a ser respondida, él apareció justo en el balcón a mi lado. Tenía dos mantas en sus manos, me ofreció una, la cual acepté.

— Es un poco frío a estas horas —. Se posó de espaldas al balcón mientras se arropaba.

- Bueno, es más frío para ti si acostumbras a salir sin camisa a estas horas —. Traté de bromear, haciendo que una exhalación nasal divertida saliera de él.

Pude ver el inicio de un sonrojo en sus mejillas.

— De acuerdo, no puedo tener un argumento ganador para eso —. Guardó silencio un momento antes de preguntar —. ¿Dormiste bien?

Asentí en afirmación, tratando de ocultar que me mantuve despierta un poco más de la cuenta.

— Sí. De hecho he dormido mejor que las noches anteriores —. Respondí con una sonrisa suave —. Aún trato de acostumbrarme, porque, no te ofendas —. Lo miré a los ojos mientras acomodaba la manta sobre mis hombros —. Eras un desconocido y siento que irrumpo en tu tranquilidad.

Hasta que el padrino ¿me rescate?Where stories live. Discover now