XII. Papi pone orden

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Bianca tiene la cabeza abombada y ganas de llorar. No entiende por qué su madre no es capaz de entenderla, si ella está diciendo algo muy simple. Quiere dejar su carrera, ya no le gusta y no quiere sacar un título de una carrera que no la va a hacer feliz. ¿Por qué su mamá no quiere verla feliz?

Ella quiere salirse de la universidad, buscar un trabajo y mudarse con Papi. De hecho casi vive allí realmente: se pasa días enteros, tiene muchísima ropa en su departamento, un cepillo de dientes de gatito (que le encanta), sus libros favoritos y hace rato que su corazón se ha instalado en un rincón de esa casa. Pedro todavía no sabe de esta idea... pero seguro la va a amar, piensa Bianca. ¿Qué más podría querer un hombre que una sumisa en casa? Tendría sexo cuando quisiera –ella jamás le diría que no-, le manejaría la casa limpia, lo trataría con amor, y además Bianca piensa trabajar, así que va a aportar económicamente.

Perfecto, ¿no?

Pero su mamá no quiere ni oír hablar de eso. Ella no entiende nada, y le dice que ya sólo le que le falta un año más, que cómo va a dejar botada la carrera, que tiene que terminarla, aunque no ejerza (¿y para qué?), que un título es una seguridad...

Y cuando le preguntó qué pensaba hacer, y Bianca le dijo que trabajar y mudarse con Pedro, su mamá puso el grito en el cielo. Que cómo se le ocurría, que si acaso estaba loca de dejar la carrera por un hombre, que si qué se creía ese Pedro también, que acaso no veía que si terminaban ella se iba a quedar con las manos vacías.

Qué desagradable, pensaba Bianca. Siempre pensando lo peor, como si fuera a terminar con Papi. ¿Cómo iba a terminar, si ella lo complacía en todo? Pero Bianca no pensaba dejar las cosas asi.

Se arregló. Se puso linda, con un vestido floreado que le daba un aire de niña buena, y unos zapatos altos en tonos pastel. Se peinó con una cinta, y se maquilló en tonos suaves, incluso los labios. Se veía completamente inocente, excepto por el detalle escondido en el collar de sumisa en el escote amplio y con ese look partió a esperar a Papi a la salida del trabajo. Por supuesto, a Pedro lo enloqueció en un segundo. Le encantaba su nena, la encontraba hermosa y le encantaba su cuerpo, con tantas curvas solo para él. Le encantaba verla así, tan entregada, tan feliz, ofreciéndose como una flor. A veces verla así le recordaba cuando la conoció: altanera, mandándolo a volar... y ahora, rendida.

La besó allí mismo, delante de todos, y pasaron a comer por ahí, de camino al depa de Pedro. Bianca tenía muy clara su idea, y jugó a provocarlo. Le sonreía directamente en el café que eligieron: Papi se la llevó a una mesa del fondo, y la puso mirando a la pared. Hablaron un rato, con Pedro mirándole las tetas descaradamente, y antes de que llegara el garzón con la comida, Papi le dijo "bájate un poco el escote, que se vea el inicio de tus pezones". Bianca se rio, no esperaba tener que mostrarle las tetas a un desconocido... pero la cara de Papi era muy seria, así que obedeció, un poco turbada.

El pobre camarero no esperaba eso: al llegar con la bandeja, encontrarse el escote de una linda chica tan abajo, y que además lo retuvieran preguntándole cosas sobre el local, y él tener que responderlas, nervioso, con Bianca además echando el torso para adelante, como ofreciéndole un mejor ángulo para verle las tetas... Cuando el buen hombre se fue, casi estallaron en risas. Bianca estaba empezando a calentarse, no esperaba que la exhibiera así, en público, pero le había gustado.

Y Pedro, por su parte, estaba más caliente aún. Le gustaba sentirla así, moldeable, que podía educarla y amoldarla, como si fuera de arcilla. Sabía que era una chica con carácter, y aun asi la tenía en sus manos. Le ordenó sacarse las tetas de fuera, y cuando la vio dudar y mirar hacia atrás, nerviosa, la tranquilizó diciéndole que estaría atento a que nadie se acercara. Vio entonces a Bianca relajarse, sonreír, y tímidamente, sacar las tetas grandes y redondas al aire, sosteniendo el borde de su vestido. La vio sonreír, nerviosa, poniendo su dignidad en las manos del Amo, y luego estiró sus brazos para pellizcar los pezones. Bianca gimió suavecito, y se puso totalmente roja. Ambos sonrieron, y él le hizo un gesto para que volviera a vestirse: Bianca estaba totalmente empapada. Se fueron apresuradamente al departamento de Pedro.

Sumisa: caída y redenciónWhere stories live. Discover now