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Estaba de pie sobre la acera, frente a la cafetería, volteando cada tanto hacia uno y otro lado, aguardando

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Estaba de pie sobre la acera, frente a la cafetería, volteando cada tanto hacia uno y otro lado, aguardando. Jugueteaba con la correa de mi bolso, sintiendo los acelerados latidos de mi corazón. Las piernas me temblaban, y no precisamente a causa del frío.

     Acomodé la bufanda que traía puesta, mientras una nueva avalancha de pensamientos se deslizaba por mi cabeza.

     «¿Vendrá? —me preguntaba—. ¿O acaso lo habré asustado al ser tan insistente».

     Quizá tenía asuntos más importantes de los cuales ocuparse, como para aceptar la invitación de una extraña que, además, fue responsable —indirectamente, pero responsable al fin— de que su camisa se ensuciase y su bebida se desperdiciara.

     A lo mejor tenía algún compromiso y ese incidente acabó por retrasarlo... Y pensándolo bien, ¿se enfadarían sus padres?, ¿y si acababa de arruinar su camisa nueva y lo reprendían por ello? Posiblemente estuviera castigado.

     O tal vez el incidente hubiese sido algo tan insignificante que lo olvidó de inmediato y prefirió ignorar mi invitación, la cual, reflexionando sobre el asunto, caí en cuenta de que no fue hecha de la mejor manera, y para rematar, recordé que ni siquiera le di oportunidad para contestarme; simplemente le entregué un papel con la dirección y me fui como si nada.

     Terminé por cubrirme hasta la nariz con la bufanda, presa de un repentino ataque de vergüenza.

     «Si yo fuera él, probablemente no vendría. Debe pensar que estoy loca».

     Sin embargo, en el fondo me aferraba a la mínima posibilidad de que aceptara. No tenía intenciones de admitirlo en voz alta, pero de verdad esperaba el instante en que pudiera vislumbrar su silueta acercarse. Realmente deseaba verlo. Las ansias me consumían, y ese pequeño deseo iba cobrando intensidad con cada minuto transcurrido, cosa que no entendía en absoluto.

     Es decir, sí, era lindo y todo, dueño de una mirada hipnotizante y una risa maravillosa, sin mencionar que se había portado muy amable pese al incoveniente que le ocasionamos. Aun así, no por eso dejaba de ser un completo desconocido con quien apenas si había intercambiado palabra.

     Fue entonces que me percaté de algo: ni siquiera sabía su nombre. Y me sentí un tanto estúpida por no habérselo preguntado.

𝐌𝐈𝐑𝐀𝐂𝐋𝐄 𝐌𝐈𝐑𝐀𝐈 ▶Detective ConanOù les histoires vivent. Découvrez maintenant