Brook es una asesina #1

dos

09:44, 16 de junio de 2022

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—Estoy en el baño del bar del pueblo, el Screw. No sé por qué he acabado aquí. Es demasiado irracional, la chica ni siquiera se parece a ella. Su rostro es más alargado, la barbilla no está tan marcada, sus cabellos son pelirrojos. En definitiva, no son confundibles. Es por eso que no entiendo por qué la he seguido hasta este antro falto de higiene. Quizá por sus ojos, desprenden el mismo brillo, de curiosidad y a la vez sin vida. Algo tan contradictorio como ellas mismas. Tampoco es que conozca bien a mi supuesta salvadora, asegura llamarse Astrid y tiene de mascotas tres perros que más bien parecen lobos.

»Ahora mismo me está esperando sentada en la barra del bar, asegura que este es el primer paso para ganarse a la gente del pueblo. No quiero hacerme amiga de ellos. No debería estar aquí. Pero aún así voy a salir a desayunar con la chica pelirroja. ¿Por qué? Esa sí que es una pregunta constante en mi vida. ¿Por qué la maté, si ella no lo hizo conmigo? ¿Por qué sigo viviendo como si nada? ¿Por qué cojones estoy aguantando al pesado que no para de golpear la puerta. ¡Que ya voy, joder! ¡Déjame que me limpie el culo, ¿quieres? Qué prisas tiene la gente hoy en día, de verdad. En fin, supongo que ya te actualizaré lo que pasa más tarde.

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Abre con mal genio y le suelta un par de gritos al hombre. Por cosas como esas no soporta los baños públicos, y menos los unisex. Después de un corto pasillo que da a la taberna, se va directa hacia la pelirroja. Está sentada en un taburete alto de madera, hablando de forma amigable con la encargada y con dos tazas de café en la barra. Cuando Brook se acerca, la mujer le da una mirada de desaprobación, pero enseguida se recompone y le pregunta si desea tomar algo. Ella solo niega. Astrid contradice lo dicho y pide unos huevos fritos con patatas.

—No hacía falta —masculla la castaña en cuanto la camarera se va con el pedido a la cocina. Están rodeadas de viejos con cervezas en las manos, según ellos «tomando un descanso en mitad de su larga jornada».

—Seguro que no has desayunado nada. —Sus ojos oscuros la miran fijamente. Tiene razón, no ha tomado nada, en la casa solo tiene un colchón—. Sé que aquí los extranjeros no son bienvenidos, puedo imaginarme el estado del lugar donde te hospedas. ¡Pero no te preocupes! Yo estoy aquí para ayudarte. Es más, a partir de ahora vamos a comer juntas. Si quieres hasta te acompaño a la ciudad para que compres un par de muebles.

Ni siquiera le da la oportunidad de negarse. La pelirroja continúa soltando un plan tras otro. Sin embargo, por alguna razón, no le molesta. Acaba asintiendo a todo lo que dice, hasta consigue que la tabernera le dé una sonrisa antes de marchar al trabajo.