Capítulo IV

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Negando lo sucedido afuera de la discoteca, Lucas escuchaba la música interna del edificio mientras Aquino observaba la cercanía y comenzaba a acercarse al cuerpo del chico en el suelo.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Lucas al verlo levantarlo del suelo.

—Ayúdame a moverlo de aquí.

—¿Qué? —se acomodó la chaqueta y tocó su pecho adolorido— ¿no llamaremos a la policía?

—La policía sacará a todos de aquí, necesitamos esconderlo, vamos.

Lucas se aproximó al cuerpo y vio la cara del chico, sentía un gran vacío en su pecho, Aquino, por lo contrario, únicamente estaba preocupado por la misión.

—Toma sus pies.

Aquino tomó al chico de los brazos y esperó que Lucas lo levante de los pies, este esperó unos segundos y no tuvo otra opción. Al levantarlo, Aquino guio a Lucas hacia un contenedor con una tapa abierta en la esquina del callejón, un poco antes de salir a la calle.

—¿Por qué hacemos esto? Era mejor llevarlo al hospital, hacer algo distinto.

—No hay tiempo, debemos esconderlo.

Lucas suspiró y se detuvo a metros del contenedor. Aquino notó la pausa y esperó a Lucas.

—No te importa un carajo, ¿o sí?

—¿Y a ti sí? Estos chicos trataron de asesinarte, deberías estar agradecido.

—¿Por qué mi vida vale más que las de ellos?

—Tú eres la clave, te preciso con vida. No dejaré que nada se interponga en mi camino a la hora de salvar el mundo.

—Este chico tenía una vida, familia, amigos, le quitamos todo eso al instante.

—Vamos —suspiró— ayúdame a meterlo allí de una vez.

Lucas sabía que no estaba haciendo lo correcto, pero esa era su única opción, ayudó a llevar el cuerpo del chico dentro del contenedor y una vez metido, se alejó mientras que Aquino recogía la otra pistola del suelo y también la dejaba caer en el contenedor.

—¿Qué harás ahora? —preguntó Aquino mientras veía a Lucas alejarse.

—Seguiré el plan.

Mientras avanzaba hacia la puerta, Lucas se quitó la chaqueta, el audífono y también el chaleco, arrojando todos con mucha fuerza contra el suelo. Aquino notó la impotencia de Lucas y tocó su frente con muchos nervios, las manos seguían ensangrentadas, por lo cual su siguiente paso luego de cerrar la tapa del contenedor fue ir al baño a limpiarse, sin darse cuenta de que ahora la entrada había quedado desprotegida. A un par de calles, de vuelta a la gran mansión, Rafael le comentaba a su padre lo sucedido evitando algunos datos.

—Él mató a Leo, le disparó a sangre fría. Mateo y yo pudimos escapar, aunque presiento que el objetivo era yo.

—¿Quién lo hizo?

-Era un hombre vestido con un traje negro, llevaba un extraño bigote, también había alguien más. Llevaba una campera que no le quedaba nada bien, aunque seguro no lo veamos de nuevo.

—¿Qué fue lo que hiciste?

—Le disparé tratando de defenderme después de que le dispararan a Leo, fue lo único que pude hacer.

—Así que está muerto ahora —se levantó de la silla y caminó hacia la puerta para hablarle a otro hombre que se encontraba afuera. Al volver, el mafioso continuó hablando con su hijo.

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