Extra 1 | Viada recibe una invitación

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Nunca lo había pasado tan mal en un viaje en aeronave. Al menos, no en uno tan breve. Y eso que esta vez no tenía posibilidades de atropellar a nadie. 

Más que nada, porque a los mandos no iba yo.

Ares Martín aterriza la aeronave de la familia en la isla de Zulu, a primera hora del periodo de día. Yo todavía siento que me deslumbran los primeros rayos del sol. Acaba de comenzar un nuevo dienio tras diez meses de oscuridad. Mis recientes clases de navegación se han interrumpido en apenas dos días desde su comienzo.

Es lo que pasa cuando recibes una llamada de la Tripulación del Calor.

Me quedo sola en el muelle que conecta la plataforma flotante con la marítima autopista. Mientras tanto, mi madre y mi hermano conversan con los empleados del pequeño puerto aéreo e imponen mil requisitos al cuidado de su vehículo. A mí me han dejado en tierra, sugiriéndome que me adelante hacia el lugar donde nos hemos citado.

Pero no es una sugerencia. Es una orden.

Y eso solo significa que me encontraré con quien sea que me espere a solas.

Lo veo estático, a lo lejos, vestido de un tono negro casi uniforme. A medida que me acerco más (mis piernas se mueven solas, aunque yo no quiera), distingo otros detalles sobre su aspecto. Su mono queda delineado por algunas franjas rojas, dándole un toque casi formal, que lo aleja de su habitual toque desaliñado y zuliano. El tatuaje de líneas grises de su cuello se intuye por debajo de su traje. Sus trenzas se recogen en un moño completo y su piel tiene un color más vivaracho del que le recuerdo.

Enseguida descubro que quien me espera es el mismísimo Ethan Barlett.

Para mi desgracia y para la suya, también.

Sospecho que este encuentro va a ser muy incómodo.

Sé que Ethan escuchó mi mensaje del Chip Silver. Sin embargo, no fue él quien me lo dijo, sino Ángela. Tuve el Movitab en la mano en montones de ocasiones, ansiando llamarlo y alegrarme de que su operación hubiese salido bien, pero nunca me atreví a hacerlo.

Tenía demasiado miedo de hablar con él cara a cara, supongo.

Qué bien que nos vaya a tocar hacerlo ahora.

Lo último que Ethan Barlett me dijo fue que no volviera a dirigirle la palabra. De eso hace ya más de un mes. Teniendo en cuenta que justo después de decirme eso se desmayó, no sé si debería tomármelo en serio. A lo mejor ni siquiera espera que eso siga en pie.

Ángela me llamó para informarme de que la operación había sido exitosa y me agradeció que la hubiese acompañado. Me dijo que todo estaba volviendo poco a poco a su cauce, que tenían mucho trabajo en la Tripulación del Calor, y también que volvería a tener noticias suyas.

Y aquí estoy. Recibiendo esas noticias de Ángela de la Flor y sin verla a ella por ninguna parte.

Yo ni siquiera soy la protagonista de este encuentro. Fue mi madre la que ayer me hizo salir de las clases con expresión muy malhumorada. Me dijo que debía preparar mis cosas porque mañana debíamos reunirnos con la Tripulación del Calor. Lo definió como un "asunto urgente".

Yo no tengo la información sobre qué hacemos aquí; la tiene solo ella. Es posible que mi hermano Ares tampoco sepa nada sobre todo esto. De hecho, ni siquiera sé qué pinta él aquí.

No sé qué pinto yo, tampoco.

Y tampoco sé cómo voy a hablar con Ethan Barlett.

Titubeo antes de acercarme del todo hasta él. Ya solo nos separan unos pasos y podríamos hablar perfectamente, pero ninguno de los dos rompe el hielo. La tensión entre nosotros podría provocar chispazos eléctricos. Ethan no se mueve; no parpadea. Tiene en los labios una mueca muy seria. Es evidente que para él esto es tan incómodo como para mí.

Maldito atropelloWhere stories live. Discover now