𝙲𝚑𝚊𝚙𝚝𝚎𝚛 𝚝𝚠𝚘

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Algo que, sin duda, Sara no se esperaba, eran los resultados que el doctor le estaba dando; aunque ella sabía que no iba a salir de esta, tenía la esperanza de hacerlo, pues había luchado con todas sus fuerzas.

—La quimio no parece estar funcionando —habló aquel hombre, leyendo sus análisis— Lo siento mucho, Sara.

—¿Hay algo que pueda hacer? —la desesperación en el tono de voz de Sara alertó a Katherine, quien solo sujetó la mano de su amiga en señal de apoyo.

—No lo creo, el tumor se ha expandido a otros de tus órganos —la poca esperanza que le estaban dando la estaba destruyendo.

—Tienes dos meses como mucho —añadió, levantándose de su silla— De verdad lo lamento, Sara; sé lo difícil que será para Christopher y Morgan.

El tiempo de vida que aquel doctor le estaba dando no le parecía nada justo; dos meses de vida jamás serían justos. Pero, sobre todo, ¿cómo le diría a su familia? Pues ella jamás imaginó tener que despedirse de sus seres queridos.

...

Para Katherine, enterarse de la enfermedad terminal de una de sus mejores amigas, fue un golpe muy duro, aún más porque hace bastante tiempo no se veían; aunque siempre existieron los mensajes y llamadas, verse en persona era algo totalmente diferente.

Así que no lo dudó un instante en visitar a su amiga y mostrarle todo su apoyo en esta difícil situación.

Sin duda, ayudar a tu mejor amiga a escribir una carta de despedida a sus seres queridos por el poco tiempo de vida que le queda no estaba en ninguno de sus planes.

—¿Estás segura de hacer esto? —consultó Katherine.

—Cien por ciento —contestó Sara— No permitiré que la culpa los atormente.

—Prometo entregárselas cuando tú me digas —la pelirroja respondió, mientras se tomaba asiento en el sofá— Tú solo dime qué necesitas.

—Por ahora, solo lápiz y papel —aquella sonrisa de boca cerrada que su amiga le había dado denotaba lo cansada que estaba.

...

Cuando Morgan y su padre se enteraron de la noticia, fue demasiado tarde, pues una mañana Sara no había despertado.

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𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗮𝗰𝘁𝘂𝗮𝗹𝗶𝗱𝗮𝗱

—Morg, despierta; ya llegamos —la llamó su padre, despertándola— Ayúdame a bajar las maletas.

Aquel recuerdo hacía que a Morgan no le hubiera gustado despertarse. Aun así, bajó del coche y, acomodándose la chaqueta, se dirigió a la cajuela. Al terminar de bajar su última maleta, cerró la puerta del coche y se giró para contemplar la gran casa frente a ella cuando oyó la puerta de entrada abrirse.

—¡Robert! Sal, Morgan y Christopher llegaron —oyó a su abuela gritar.

—Hola, mamá —respondió su padre al efusivo abrazo que su abuela le dio, sabiendo que en el fondo necesitaba ese abrazo.

—Oh, mi niño, no sabes cuánto lo lamento —dijo su abuela Rose, abrazando aún más a su padre—. Lo bueno es que están en casa.

—Hola, abuelo —Morgan se dio a notar, viendo al hombre que los observaba desde el pórtico sin decir una palabra.

Su padre y abuela se habían separado al no escuchar respuesta de Robert.

The Other Side Of The Door | Alex walter ( pausada) Where stories live. Discover now