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El día parecía estar acompañando el triste momento.
Todos los habitantes del pequeño pueblo de Selia acompañaron a la familia destrozada. Las mujeres compartían el dolor junto a ella y los más ancianos lamentaban profundamente el del niño. Perder a un padre y a un esposo atan temprana edad, con un hijo tan pequeño y un hogar que aún debe de ser mantenido, es una tragedia inigualable.
Y mientras las mujeres derramaban lágrimas como si fuesen la esposa, no con intenciones de incomodar, sino con intentar acompañar el lamento de la esposa, la verdadera no derramaba ni una sola gota salada de sus brillantes y al mismo tiempo hermosos ojos esmeraldas. ¿Por qué?, ¿acaso ella no amó a su esposo?, ¿o se debe al shock del momento repentino? La realidad de todo es que Penélope ya sabía que esto iba a ocurrir tarde o temprano.
Lo supo desde el momento en el que eligió la opción "sí" llevando por completo la contra al sistema del juego.
Lo supo desde el momento en el que arriesgo su propia vida, después de haber hecho tanto por mantenerse a salvo, para dar a luz a un niño que ni siquiera debería de tener existencia dentro del mismo juego.
Todo era un terrible error.
Un error del que el juego le había advertido que sería tarde o temprano eliminado de este maldito mundo.
Y ese día había llegado. El juego volvió a cobrarle demasiado caro, pero no con monedas esta vez, sino con su verdadera felicidad. Le habían arrebatado a la única persona a la que amó con tantas fuerzas. La única persona...¿persona?, ¿desde cuándo empezó a pensar que ese hombre bajo tierra era real?. ¿Desde el día en el que se conocieron?, ¿desde la primera cita?, ¿desde el día de su matrimonio?, ¿desde su luna de miel?, ¿desde el nacimiento de su hijo? Desde cuándo, maldita sea, ¿desde cuando ella empezó a creer que todo sería felicidad y armonía a partir de ahora?
Su vida estaba ligada inquebrantablemente a la vida de una villana.
Y las villanas nunca puede tener un final feliz.
──Arthur. ──llamó la atención del niño que no se había separado de la tumba aún. El pequeño de brillantes ojos celestes miró a su madre tan destrozado. Desde la noticia en la que su padre había muerto hasta ahora, él no había dejado de derramar lágrimas de sufrimiento. A Penélope le duele el saber que todo ese dolor, tanto el suyo como el de su pequeño, lo estaba sobrellevando solo él──. Vamos, tenemos que regresar a casa.
──No quiero dejarlo sólo. ──suplicó con quedarse un poco más a su lado. Aún podía sentir la presencia de su adorado padre allí y abandonarlo sería tan doloroso para él.
──Debes descansar. ──pero su madre insistió en retirarse──. Yo también quiero hacerlo. ──extendió su mano a él. Arthur, a pesar de que le molestaba el tener que abandonar a su padre, aceptó ser cargado por los brazos de su madre para retirarse del cementerio.
