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Época a finales del noventa y siete, fechas donde lo más esperado para una linda pareja era la espera del nuevo año y las cálidas fiestas tradicionales navideñas. Los planes ya estaban listos para aquellos eventos e incluso parecía que todo se encontraba a su favor, aquellas heladas que se sienten tan cómodas, las mañanas acompañados de una taza de café caliente, al lado del abrasador fuego de la fogata llenando aquella habitación, todo se sentía tan agradable e irreal.
La nieve llenando todo a su alrededor, coloreando todo de su característico color blanquecino. En realidad todo estaba perfecto. Hasta que los dolores en el vientre de la chica empezaron a presentarse, su columna sintiendo fuertes punzadas y un líquido saliendo a chorros hasta recorrer las piernas de aquella mujer. Sus sonrisas se desvanecieron casi instantáneamente.
El hospital estaba casi vacío, así que no fue complicado registrarse, las enfermeras corrieron de inmediato a la ayuda de aquella pareja. La desesperación de ambos se podía notar a kilómetros y sus rostros de sorpresa no pasaba desapercibido, las enfermeras no podían hacer preguntas al respecto debido a su código de ética, pero se vieron obligadas a hacerlo cuando se dieron cuenta a la hora del parto que aquel pequeño bebé se encontraba en las peores condiciones; el cordón umbilical se encontraba alrededor del cuello del recién nacido y los padres se notaron de los más desinteresados cuando anunciaron que su bello niño había logrado salvarse. Después de todo su felicidad se había terminado en aquel momento.

— Y así fue como tu hermano logró llegar a salvo a los brazos de papás.— Mencionó el pequeño niño con tan solo seis años, quien mantenía a su hermana en brazos mientras trataba de distraerla y mantenerla tranquila, teniendo un poco de esperanza para hacerla dormir, pero no era tan sencillo como se él se lo imaginaba pues los gritos de su padre hacia la mujer madre de los niños, quien lloraba y gritaba de forma desesperada. El pequeño al igual que su madre se encontraba llorando, aferrándose al cuerpo de su hermanita con miedo a que alguien se la pudiera quitar de las manos.
El sonido de la puerta azotando fuertemente contra el marco se logró escuchar en cada rincón de la casa y aquel armario en el que se escondían los niños comenzó a sentirse acogedor para el hermano mayor. Los gritos cesaron, pero los llantos no hicieron lo mismo.

"No importa lo que escuches, no salgan de aquí" aquellas palabras hacían eco en la cabeza de el atormentado niño, al igual que aquellas súplicas para que no lastimen a su madre, pidiendo a su padre, pensamientos que eran prácticamente inaudibles.
Sus ojitos brillantes de aquel azul intenso se abrieron con sorpresa y miedo al ver las puertas del armario abrirse, sus manos temblaron con desesperación y el cuerpo de la niña se veía apresado de manera fuerte ante el temor del niño. Un agarre fuerte tomó el brazo de aquel pequeño hasta hacerlo de aquel lugar y los llantos desgarradores de él se volvieron más fuerte. Esos brazos que lo habían sacado de su escondite los envolvió en un cálido abrazo, manchando ligeramente sus prendas con esas heridas sangrantes que con anterioridad se habían provocado a lo que parecía ser la hebilla del cinturón.

— Mamá.. — La tenue voz de la niña finalmente se hizo presente al sentir como los brazos de su hermano perdieron aquella fuerza con la que la sostenían y ahora se aferraban al cuerpo de la mujer. Aquella no era la primera vez que su madre era tratada así por su culpa, esos golpes, llantos y gritos, junto a los enojos constantes de su padre; todo era su culpa.

— Lo si-siento ma-má — Ahora fue él quien llamó la atención de ambas, su cuerpo continuaba temblando y su voz se quebraba a cada palabra mencionada; la habitación se sentía tan vacía, como si ningún mueble adornara el lugar y las paredes no existieran; un lugar oscuro con poco oxígeno para mantener a los tres y el agobiante pensamiento del menor repitiendo con desespero que aquel monstruo volvería y los golpearia.

La madre se puso de pie y de forma decidida tomó a los dos niños junto a algunas prendas las cuales metería en un maletero, un pesado suspiro salió de los labios de la mujer antes de tomar el pomo de la puerta y girarlo con valentía. El miedo seguía recorriendo su cuerpo, pero no pensaba mostrarse de aquella manera frente a sus preciados niños, debía hacerles ver que era una mujer fuerte y lo suficiente para mantenerlos a salvo de aquel hombre que por equivocación lo mantuvo como su esposo durante tantos años.

Su destino estaba cerca, en unos pasos más podrían ser libres y felices ellos tres, olvidando los malos momentos que los habían hecho pasar.

— Mamá. — Una vez más el niño llamó la atención de su madre y ésta dirige su vista hacia él para después volver a la dirección en que su dedo índice se encontraba apuntando. La mujer apreto a mano de su hijo y sostuvo con más fuerza el cuerpo de la pequeña entre sus brazos, su cuerpo se tenso y un viento frío recorrió su nuca; Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas y el infante la miro con miedo al mismo tiempo que miraba el rostro molesto de su padre yendo tras ellos.

Los pies del menor corrieron con rapidez en dirección al mayor; quien portaba la misma melena color dorada del chico quien había soltado la mano de su madre para abrazar con fuerza la pierna de su padre.

—Por favor no le hagas daño a mamá..— Suplicó con una voz tenue a quien esperaba que no protestará a su petición, pero lo único que recibió fue que quien parecía llevarle por demasiado tamaño lo tome del cabello y le permita seguir su camino hacia aquellas dos que aun por el shock causado miraban la escena desconcertadas. Sus manitas se habían lastimado al amortiguar su caída con la palma de sus manos y la nieve recién cayendo no ayudaban en nada.

— Todo es culpa tuya, niña malcriada. — El señor volvió su vista a quien todavía se encontraba en el suelo esperando la reacción de su padre al ver que intentaban huir de casa. El más pequeño asintió desesperado con su cabeza, haciéndole entender que sabía que todo era culpa suya.

. . .


Horas antes de aquella discusión entre los adultos alguien llamo al telefono de casa siendo el hombre quien atienda la llamada, su esposa sabía que esa no iba a ser la mejor decisión pues él había llegado minutos antes y se podía notar de lejos que se había pasado con los tragos, cuando eso sucedía los niños en especial el mayor se encontraba alejado de aquel agobiante padre que tenía, su mamá había dejado en claro que tenía que hacer lo posible para que no lo vea, debía hacerse notar menos que un fantasma habitando el hogar.

Un fuerte golpe se escuchó al ser colgado el teléfono y dejado en el mismo lugar que descansaba segundos antes de ser atendido.

— ¡Desgraciado! — Su fuerte voz se escuchó retumbar por las paredes hasta llegar a oídos del temeroso niño escondido en un rincón de la habitación de su hermana, Una fuerte punzada se sintió en su pecho al escuchar las fuertes pisadas acercarse. — Una vez más tu profesora me llamó ¿Por qué siempre estás dando problemas? Suficiente fue tenerte. — Los ojos del nene se empezaron a cristalizar y la mano del adulto fue alzada con rabia dispuesto a golpearlo, pero una mano lo detuvo, haciendo que su atención se dirija a la mujer que sosteniendo su muñeca; El hombre se dio la vuelta y la abofeteó con tanta fuerza que hizo que esta caiga al piso, llevando su mano hasta su mejilla y manteniendo su vista fija en la figura que lograba verse con mayor tamaño, sin mucha claridad por la poca luz que entraba por la ventanas. — ¡Tu hijo es un estupido!

Las siluetas de ambos padres parecían alejarse del infante desde su perspectiva, sentía que se estaba desvaneciendo y su cuerpo no se inmutaba en reaccionar de ninguna manera; sus extremidades no responden al llamado de su cerebro quien les pedía ayuda para salir de ahí.
Un fuerte golpe hizo que su ojos se abrieran con sorpresa, era su padre quien estaba golpeando con el cinturón a la mujer que trató de defenderlo de las garras de aquel feroz animal.

"Feliz cumpleaños Ovebday"

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⏰ Last updated: Dec 18, 2023 ⏰

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