Episodio piloto

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La joven mujer se encontraba en su residencia, junto con sus sirvientes encargándose de las necesidades de los habitantes de su ducado. Impuesto por su majestad la reina.

Dentro de sus pensamientos, verificando los ingresos que entraban y salían de la propiedad. Las puertas de su estudio fueron abiertas. Provocando que la mujer de ojos rasgados mirara hacia delante; divisando así a su mayordomo con una bandeja de plata con más correspondencia sobre ella.

Suspiro por quinta vez en el día y se limitó a hacerle un movimiento de cabeza a quien recién llegaba. Indicándole que dejará las cartas con el resto pendiente. Retomando así, su escritura.

No obstante, un carraspeo fue protagonista de parte del sirviente:

— Excelencia, es de parte de su esposa. El lacayo de la princesa insistió en que era importante. —externo dejando dicha pequeña bandeja de plata en el escritorio, para así reverenciarse e irse.

La duquesa arqueó una ceja extrañada, recargándose al respaldo de su asiento, mirando intrigada que podría haber en tan imprevista carta. Sin más peros; tomo un abrecartas que siempre yacía en su escritorio, tomando dicho sobre con sus manos.

Admiro por primera vez el sello real de su cónyuge. Era una inconfundible amapola; el sello real del palacio principal.

Con el artefacto retiro la cera del sello. Así extendiendo la hoja, dando a ver el escrito de su esposa. Dejando el abrecartas de lado, comenzó a leer detenidamente el mensaje.

Sus ojos se abrieron del asombro, levantándose del asiento.

Larissa exigía su presencia... O más bien solo decía: "ven lo más pronto posible".

Giró el papel hacia el otro lado para mirar si había algo más escrito. Arrugan

(...)

— ¡Atención! ¡Su alteza real, la princesa Larissa, Duquesa de Edimburgo! —anunció el lacayo, dando así el aviso hacia los guardias. Abriendo las puertas del salón para darle entrada a tan magnifica presencia.

Una reverencia por parte de la más alta fue mostrado hacia la sultana. A pesar de estar unidas en matrimonio, permanecía en un nivel más bajo que el de su alteza.

Los pasos de la omega no tardaron en escucharse cada vez más cerca. Yuriko alzó la vista, mirando el rostro de tan joven y preciosa princesa.

— ¡Alteza! —habló con una sonrisa aliviada por ver a su cónyuge. — Ha pasado tanto tiempo, ¿por qué no ha regresado al castillo? —preguntó acercándose a una distancia considerable a la contraria.

Por su parte, Larissa solo se limitó a mirarla por breves segundos y rodar los ojos.

— Excelencia, no la he llamado para que se meta en mis asuntos. —contestó girando su vista hacia un ventanal cercana en el salón.

Esto hizo que Yuriko comprendiera nuevamente la situación que ambas compartían. Pasando por su mente el trato que habían formado desde las primeras horas de casadas.

La princesa fue quien había propuesto dicho trato.

— Bien... Ya que estás aquí, tengo que informarte de la situación. —acompañó esta oración con un profundo suspiro. Apretando sus manos y frunciendo el ceño, al parecer molesto. Alzando el rostro hacia la más alta y mirándola a los ojos. — Estoy embarazada... La dinastía y tu ducado tendrán un heredero.

Si tan solo describir la sensación de su estómago no fuese considerado vulgar. No podía interpretar tan fácil las palabras que le acaban de recibir.

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⏰ Last updated: Mar 06 ⏰

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La desdicha de la princesa Where stories live. Discover now