VI. Daniel

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No eran avispas. El Capitolio se había encargado de mutarlas genéticamente para que fueran más agresivas y que su veneno te dejara loco por las alucinaciones. Rastrevíspulas, las llamaron, una de las mayores armas que utilizaron en la guerra de hace setenta y cuatro años. La guerra que llevó a las muestras de paz que eran los Juegos del Hambre.

Una suave melodía de caja de música le hizo despegar la vista de los profesionales. Una pequeña caja metálica atada a un paracaídas caía del cielo hasta posarse sobre sus piernas. Volkov la abrió con desesperación. Era el primer regalo que Greco le había conseguido de los patrocinadores.

Dentro, había un pequeño botecito. Volkov abrió la tapa y se lo acercó a la nariz para olerlo. Eran medicinas, una pomada para las quemaduras. El regalo venía con una nota que Volkov leyó, era de Greco: "Utilízalo bien". Volkov miró al cielo, buscando alguna cámara sin éxito, pero murmuró un gracias que esperó que le llegara a Greco.

Se untó la crema sobre la quemadura de la pierna. Suspiró de placer ante el alivio que sintió, estaba fresca. Las medicinas del Capitolio tenían un poder curativo rápido y efectivo, por lo que, por la mañana, la herida ya tendría una mejor pinta.

Volkov esperó a que todos estuvieran dormidos, a que los primeros rayos del alba iluminaran lo suficiente para que fuera capaz de ver las ramas que pisaba para poder subir hasta el nido. Sacó el cuchillo de su cinturón y avisó a Daniel.

El chico levantó el dedo pulgar y salió de la zona saltando entre los árboles. Volkov se preguntó si aquella fue la habilidad que le enseñó a los Vigilantes en las pruebas para que sacara un siete.

Respiró hondo y agarró el mango del cuchillo con fuerza.

Comenzó a serrar la rama poco a poco. Las rastrevíspulas seguían dormidas y, además, parecía que el humo las había dejado algo atontadas. Sin embargo, habían pasado varias horas desde el fuego, por lo que no tardarían en despertar del todo y atacarle en cuanto se dieran cuenta de que estaba intentando destruir su hogar.

Movía el cuchillo hacia delante y hacia detrás. Hundiendo la hoja con fuerza sobre la corteza. Intentaba ser lo más silencioso posible, pero eso significaba no ser rápido, y una rastrevíspula había salido del nido.

Volkov siguió cortando desesperado. Iba por más de la mitad cuando dos más salieron del avispero y comenzaron a volar hacia él. Sintió un picotazo en el cuello. Movió la mano que tenía libre sobre su rostro, intentando espantarlas.

Salieron más, seguramente más enfadadas que las otras. Sintió más picotazos en su cuerpo: en la mano y en la mejilla. No sabía cuánto veneno podría aguantar su cuerpo, pero podría morir del mismo si seguían así.

Intentó ayudarse de las dos manos para terminar de cortar la rama y... Volkov vio a cámara lenta cómo esta caía al suelo, justo entre los profesionales. En cuanto el nido impactó en la tierra, se partió en pedazos. Las rastrevíspulas zumbaron con agresividad y el ruido despertó a los profesionales de golpe.

Corrieron al lago lo más veloz que sus piernas les dejaron. Las rastrevíspulas los siguieron e intentaron perderlas en el agua. Kate no fue tan rápida como los demás. Seguía gritando, desesperada por quitarse a los insectos de encima mientras clavaban sus aguijones sin piedad sobre su piel.

Volkov bajó con cuidado del árbol cuando estas se fueron a buscar a los otros. Se comenzó a sentir mareado e intentó sacar los aguijones de sus picadoras. Sonó un cañonazo, Kate estaba muerta. Volkov se acercó al cuerpo, estaba casi irreconocible, hinchado. Las picaduras tenían el tamaño de dos huevos cada una.

Si no se daba prisa, los Vigilantes se llevarían el cuerpo de Kate con el único arco y el único carcaj que había en la arena. Volkov tiró de él, el arco estaba fuertemente sujeto sobre los dedos inertes de la chica.

Hunger Games [Volkacio AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora