Capítulo IV

30 4 1
                                    

Riendo con Fernando sentado frente a ella, Margarita no esperaba divertirse tanto, el restaurante donde estaban no sólo tenía una comida deliciosa, sino que la mezcla de decoración contemporánea y vintage creaba un ambiente moderno y acogedor, el karaoke de fondo donde unos cuantos valientes se subieron, arrancando unas risas mientras comían y charlaban.

- ¿Quieres decir que te llamas Margarita porque tu madre era botánica?

- Así es, pero ella se dedicaba más al paisajismo. Eso es lo que enseñaba. Cuando era pequeña siempre había margaritas en casa. Hay un cenador cerca del aparcamiento, lo construyeron cuando yo era muy pequeña, mi padre tenía una idea de educación más estricta, pero a mi madre le encanta cuando voy a visitarla, le pidió a mi padre que construyera el cenador y siempre que tenía tiempo se reunía allí conmigo y con mi niñera, hacíamos picnics, a veces simplemente leíamos. Aunque en la biblioteca de la universidad no había muchos libros infantiles.

- Los recuerdos que tengo de mi madre no son los más felices. La recuerdo jugando conmigo, llevándome y trayéndome del colegio. Pero era una mujer melancólica que a menudo no salía de su habitación. Mi padre hacía lo que podía para compensarla y yo también tenía mucha libertad.

- Eras un niño varón, así que, por supuesto, eras más libre. Para acercarme a mi padre y alcanzar esa libertad, primero tuve que ser una alumna modelo y, segundo, aprender a jugar a los dardos. Era su única afición, aparte de los puros, y no quería dedicarse a fumar. Una sonrisa alegre apareció en su rostro.

- Y lo conseguiste, tu universidad está entre las mejores del país, tu apellido es una referencia en educación y también en filantropía, por lo que he oído. Sonrió, dando un sorbo a su vaso.

- No me había dado cuenta de que me estabas investigando. Ella le devolvió la broma.

- Y ahora he obtenido nueva información: Margarita Balmori es jugadora de dardos.

- Una jugadora excelente, ya que quieres saber. Ayer jugué con mis amigos.

- Tendremos que probarlo alguna vez.

- Mientras no tengas miedo. - bromeó inocentemente - Pero ahora dime Fernando, ¿siempre quisiste trabajar con tu padre o, como yo, cumpliste una expectativa y le cogiste el tranquillo?

- Pienso quedarme un año más con mi padre, quiero abrir mi propia empresa, mi padre tiene a Natália que es su ahijada y una hermana para mí. Seguramente haremos negocios y volveré en algún momento para dirigirla, pero tengo el sueño de andar por mi cuenta.

- Te estaré apoyando.

- ¿Tenías algún sueño antes de ir a la universidad? Eres muy buena en lo que haces, eso es un hecho. Pero una niña no piensa en sentarse detrás del escritorio de su padre.

- Sabes, eres la primera persona que me hace esa pregunta.

- ¿Y cuál sería la respuesta?

- No es que quisiera dedicarme a ello profesionalmente, pero me gustaba cantar cuando era más joven, me gustaba ir a los musicales y tararear las canciones. - Los ojos de Margarita brillaban con el recuerdo antiguo e inocente, como si pudiera verse a sí misma de niña en esos momentos- Pero mi padre pensó que yo podría querer dedicarme a las artes y fue muy categórico, nada de artistas en casa.

- Así que podría estar cenando con un cantante en lugar de un administrador. Eso cambiaría mucho esta noche.

- ¿Por qué? ¿Una cantante sería más interesante?

- No, pero tendría que compartir tu atención esta noche con un público de fans y estoy disfrutando de tenerte sola para mí.

- Pronto voy a empezar a pensar que ese accidente te afectó a la cabeza más de lo que pensábamos. Margarita sonrió burlona, las palabras del joven la hicieron sentir un poco incómoda, sin saber qué decir ante los ojos azules que la miraban fijamente.

De mi EnamóreteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora