El chico del que me enamoré

351 37 55
                                    

Epílogo.























Terminó de empujar la última caja, dejándose caer rendido sobre el sillón de su sala. – Urg, creo que fue la última — suspiró agotado y cerrando los ojos.

Su departamento estaba lleno de cajas de cartón al rededor del suelo y un par sobre la mesa del comedor. Todas tenían marcado nombres en inglés de diferentes abarrotes.

— Gracias — volvió a decir el rubio una vez más, sacando un par de decoraciones de las cajas y acomodándolas en algún lugar que se viesen bien. — En serio no sé cómo terminar de agradecértelo — admitió avergonzado, encogiéndose de hombros cuando el ojimorado le devolvió la mirada.

– No es caridad niño bonito, tendrás que pagar la renta también — vaciló divertido, incorporándose del sofá y abriendo una caja con platos y vasos de porcelana, llevándolos a la cocina.

— I know, te juro que conseguiré un buen trabajo lo más pronto posible — dijo apenado, siguiendo a Vegetta con un paso sigiloso.

— Estoy bromeando Fool — sonrió, dejando la caja sobre el mostrador y comenzando a acomodar los platos en el estante. — tranquilo, gano suficiente como para mantenernos a los dos — dijo con calma, mirando con cierta atención una de las tazas.

— Aún así... — hizo un puchero, recostado contra el refrigerador. — No quiero ser una molestia — dijo en un tono bajo, paseando la mirada por el suelo, pensativo.

— Nunca podrías ser una molestia — le sonrió, terminando de subir los platos y tazas y comenzando a organizar los cubiertos. — Esta bien ¿Si? Puedes quedarte cuanto tiempo quieras — dijo con dulzura, mirando de reojo al inquieto rubio.

— Prometo irme en cuanto pueda — suspiró abrumado. Le sentaba mal aquella situación, no le gustaba sentirse entrometido, y menos en la casa de Vegetta que era su "lugar más privado" a como le comentó alguna vez.

Cierta sonrisa torcida se formó en los labios del pelinegro al escucharlo, en realidad... — Yo... no tengo problema con que te quedes un tiempo — murmuró, recibiendo esa mirada verde que aún lograba ponerlo nervioso. Carraspeo, devolviendo su atención a los cubiertos. — Digo... puedes quedarte... un par de meses o... — se sonrojó.

— ¿Quieres que vivamos juntos? — preguntó con genuina sorpresa, después de todo, no pensó que estuviera cómodo con su presencia más de un mes.

Se crispó, alzando su sonrojo hasta sus orejas. — Bu-Bueno, prácticamente ya vivimos juntos — chistó nervioso, terminando con aquella caja y huyendo a la sala en vano, el rubio lo seguía como un perro a su dueño.

— Sabes a lo que me refiero, Vegitta — refutó igual de tímido, imitando al mayor y sacando un par de cosas de una de las cajas del suelo.

El ojimorado solo evito el tema, llevándose aquella caja de esculturas a su habitación, encontraría lugar en alguno de sus estantes. — Por otro lado, ¿Seguirás terminando el post-grado? — desvío la conversación, mirando al ojiverde que se mantenía terco en perseguirlo.

— Claro — dijo, como si fuese obvio.

— Pero... bueno, ya sabes, ya no están tus padres para forzarte a seguir una carrera que no quieres — dijo, intentando no enfatizar demasiado en sus padres, seguía siendo un tema algo delicado aún. — Me habías dicho que fue por ellos que la tomaste, ¿no? —

Kamu telah mencapai bab terakhir yang dipublikasikan.

⏰ Terakhir diperbarui: Apr 02 ⏰

Tambahkan cerita ini ke Perpustakaan untuk mendapatkan notifikasi saat ada bab baru!

El chico de arquitectura Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang