Paint It, Black

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Veo una fila de autos
Y están todos pintados de negro
Con flores y mi amor
Ambos nunca volverán
The Rolling Stones

Eran las diez de la noche y Nathan no podía pegar ojo.

Las cortinas de su cama tapaban la estancia, sumiéndola en una oscuridad que se sentía opresiva y sofocante. Intentó dormir de costado, aplastando la mitad de su rostro contra la almohada, respirando profundamente y cerrando los ojos.

Cinco minutos. Nada.

Siete minutos. Nada.

Pensar en dragones...

Un dragón. Dos dragones. Tres dragones. Cuatro dragones...

La posición se volvió incómoda, así que giró al otro costado, abrazando la almohada y tratando de relajarse.

Dos, tres, cuatro minutos.

—Maldita sea —musitó, frustrado, enderezándose.

Tomó su varita del costado y abrió las cortinas, mostrando las otras camas donde sus compañeros dormían tranquilamente.

Sentía una envidia aguda en ese momento. Ellos podían dormir plácidamente, mientras él estaba atormentado por su propia conciencia.

Contuvo un quejido de molestia y tristeza. Había reservado el descanso para este momento y ahora no podía aprovecharlo. Simplemente no sabía qué hacer y eso era demasiado absurdo. 

Finalmente, decidió que la mejor opción era salir de allí. Si no podía dormir, al menos podría desviar su mente de su frustración. Llevaba horas intentando conciliar el sueño.

Se puso los zapatos y salió de la habitación con la ropa de cama en las manos.

La sala común de Ravenclaw es un lugar encantador y distintivo, ubicado en una torre accesible a través de una amplia escalera que serpentea en tramos complicados y en formas inusuales.

En un momento dado, llegó a odiar esa escalera, temiendo caer desde una gran altura.

Pero una vez dentro, se encontraba en una sala espaciosa y luminosa, gracias a las ventanas que ofrecían impresionantes vistas del cielo estrellado. Las paredes estaban adornadas con tapices de azul y bronce, reflejando los colores de la casa. El mobiliario era cómodo y elegante, con mesas para estudiar y relajarse.

El énfasis en la inteligencia y la creatividad se reflejaba en las estanterías repletas de libros y objetos curiosos. Una chimenea acogedora añadía calidez al ambiente. Poco a poco, comenzó a apreciar ese entorno que antes le parecía extraño.

Como era de esperar, la sala estaba vacía, salvo por la chimenea a medio apagar y las luces tenues de algunos objetos que daban un aspecto casual, casi estrellado.

Con cautela, caminó hasta la puerta.

Su objetivo no era quedarse allí, sino saciar una curiosidad que había tenido desde hacía tiempo: saber si algunos docentes merodeaban por allí.

Según había oído, algunos prefectos de ese año patrullaban zonas específicas para evitar que los alumnos merodearan. Y, algo resentido por no haber sido elegido, Nathan quería causar un poco de problemas.

Eso es lo que todos pensarían, pero Nathan solo quería comprobar qué tan segura era realmente esa información, y sospechaba que probablemente no era cierta.

Salió de la sala común y bajó las escaleras rápidamente, tratando de hacer el menor ruido posible con sus zapatos. Se aferró con fuerza a la barandilla para evitar caer debido a la escasa iluminación del lugar.

CHANGES¹ | James PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora