46 { Estaban aquí } ♡

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¡Ojo! Dalia no se va porque no quiera a Harrison, se va sólo porque tiene unos asuntos con su padre.

¡Habrá final feliz! ¡Pero! Ahorita ella se va para que finalmente Izan le pida que de quedé…

Sin más a leer.








Izan Harrison. 

Su rostro estaba relajado, su cuerpo junto el mío estaban envueltos en una sola sábana y su cabeza posaba sobre mi pecho. Se removió un poco pero no tenía necesidad de despertarla.

Era seguro que el entrenador me iba a multar por no llegar al entrenamiento de hoy pero no iba a irme y dejarla sola, luego de pasar una noche con ella.

Me escabullí de su lado para ir a preparar nuestro desayuno y traerlo.

Me puse unos pants y bajé.

En la cocina me encontré a cuatro chicas murmurando entre ellas.

—Buenos días… — pasé hacía el refrigerador.

Cuando dejé de darles la espalda solo escucha el grito de una de ellas.

—¡Hombre! ¡Tapate que vas a enfermarte!

—Solo vengo a hacer el desayuno…

—Ya lo hicimos, agarra lo que necesiten y vete a poner una camisa…

Sonreí porque parecían mis madres. Tomé un plátano, lo peleé y mordí un pedazo.

Olaya se reía. 

—Creí que se te habían borrado los cuadritos luego de no hacer ejercicio por más de tres años.

Alce y bajé mis hombros como respuesta.

Tomé el desayuno y les di las gracias.

Al subir y abrir la puerta encontré a una Dalia seria.

Ay no, no ahora.

—Voy a irme…

Y si... fue ahora, me puse serio.

—¿Ahora?

—Mañana en la noche.

¿A dónde se iba?

Asentí la cabeza porque no sabía lo que suponía esto.

Solo me acerqué con la bandeja de comida para que desayunara y ella me dijo que se iba a cambiar.

Paso frente a mí, envuelta con una de las sábanas de mi cama.

Le dejé la comida y salí de la habitación.

Me fui solo al balcón para pensar un poco.

Ella iba a volver ¿Cierto?

Pasé ahí la gran parte de la mañana hasta que escuché a mi conciencia.

—¿Cómo estás?

—¿¡Pues cómo quieres que este si al día siguiente de hacer el amor ella me dice que se va a ir!?— lo digo con molestia.

Ey, tranquilo…

—¿¡Tranquilo!? ¿Cómo quieres que esté tranquilo?

Puse ambas manos en mi cara, estaba harto de esto.

—¿Ya le dijiste que la amas?

—Algo así… ¡Ya ni sé porque te contestó si solo eres mi conciencia traumada con su voz!— grite pero sin que nadie me escuchara.

O eso creí.

—¿Así que mi voz se escucha como tu conciencia?— En mi vista apareció Callum Rossi.

ℱ𝓊ℯ𝓇𝒶 𝒟ℯ ℒ𝓊ℊ𝒶𝓇Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora