1. Insomnio (Prólogo)

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La sala de grabación estaba envuelta en una penumbra tenue, solo iluminada por la luz parpadeante de las pantallas de los equipos. Mingi, con una expresión fatigada y ojeras marcadas, se encontraba sumido en su propia batalla contra el insomnio.

La música resonaba en el estudio, un retumbar en crescendo que se callaba abruptamente y volvía a empezar. Era la melodía de una de las pistas del álbum que se reproducía en bucle, creando una atmósfera surrealista que solo aumentaba la tensión en el aire.

Con la mirada fija en la pantalla de su computadora, Mingi intentaba desesperadamente encontrar las palabras perfectas para sus letras. La presión del próximo comeback y los constantes errores pesaban sobre sus hombros, haciéndole doler el cuerpo.

Había culpa, mucha de ella desbordándose a pesar de los intentos de Mingi por mantenerse estable. Lo máximo que podía hacer era quedarse quieto para que no saliera de forma descontrolada, mientras él mismo se escondía en un hoyo muy profundo en el interior de su propia cabeza.

La puerta se abrió con cautela, revelando la figura de Hongjoong que ingresó al estudio, observando a Mingi con preocupación. Mingi levantó la mirada, sus ojos cansados no reflejaban nada. Hongjoong suspiró y se acercó a él, apagando la música.

―Mingi, ¿Qué estás haciendo aquí? ―le preguntó, señalando el reloj que marcaba las dos de la mañana.

Aunque había desaprobación, Mingi notó que Hongjoong estaba más angustiado que otra cosa.

―¿Acaso no fuiste tú el que dijo que la belleza se obtiene de dormir más de diez horas seguidas? ―intentó bromear el mayor, encontrándolo difícil cuando Mingi lucía tan decaído.

―Es solo una excusa infantil ―le respondió con la voz apagada ―. He madurado y ahora reconozco que debo trabajar duro.

Hongjoong volvió a suspirar, agobiado por esas palabras. Si hubiesen sido dichas bajo otras circunstancias, él se habría reído y habría continuado con la broma. Pero esto era serio.

―Deberías descansar un poco. No puedes rendir al máximo si te agotas, ya lo has demostrado hoy ―dijo Hongjoong con tono comprensivo.

Sus palabras removieron algo en el interior de Mingi. Hongjoong pudo notarlo por la forma en la que sus ojos parecieron resplandecer. Por un breve instante Mingi dejó entrever su angustia profunda.

Hongjoong se arrepintió entonces de haberle hecho recordar las experiencias de los últimos días. Sobre todo el día de hoy. Si para los demás había sido agobiante, no se imaginaba lo desagradable que había sido para Mingi, quien había estado en el ojo del huracán.

―Lo sé, pero necesito terminar estas letras ―le respondió Mingi después de una pausa larga ―. No puedo dejar que afecte a los demás otra vez ―continuó, con la mirada fija en la pantalla.

Hongjoong se acercó y se sentó a su lado, apoyando su mano en su hombro con un gesto tranquilizador. Intentó encontrar las palabras adecuadas, pero, de cualquier forma, endulzando o no su voz, Mingi debía saber cuándo era adecuado parar.

―Todos confiamos en ti, Mingi. Sabemos que eres increíble, pero también necesitas cuidar de ti mismo. No podemos dar lo mejor de nosotros si no estamos bien, ¿comprendes? ―le dijo con seriedad, sin perder del todo su tono amable.

Esperó un momento a que Mingi le contestara, habituado a las respuestas afirmativas. Sin embargo, el silencio los rodeó como una masa espesa e intolerable.

Vio a Mingi observando la pantalla de su ordenador, donde una columna de versos dispersos, sin puntos ni comas, se extendía a lo largo de media docena de páginas. También había un cuaderno donde Mingi había garabateado con letra trémula algunos intentos de rimas que, al parecer, no habían salido como él quería ya que tenían feos tachones de tinta negra.

Sombras (Yungi - Ateez)Where stories live. Discover now