0. Mi persona favorita

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Si me pidiesen escribir una lista acerca de las razones por las que quiero tanto a mi mejor amigo creo que nunca podría terminar. Tendría que usar el anverso y reverso de cientos de papeles, incluyendo los márgenes de las hojas, para poder describir uno a uno todos los aspectos positivos —e incluso los que no son tan positivos— que lo hacen ser mi persona favorita.

Quizá podría comenzar mencionando el pequeño hoyuelo que se marca en su mejilla derecha cuando ríe a carcajadas. O a sus bailoteos inesperados cuando escucha cualquier mínimo sonido parecido al de una sonora melodía. Pero, personalmente, creo que lo más correcto sería empezar con un poco más de honestidad.

Debo de admitir que en un principio no me agradó lo suficiente. Parecía solo un niño de 8 años que sólo sabía saltar de un lado a otro entrometiéndose en mi vida e invadiendo progresivamente mi espacio personal.

¿Por qué siempre lloras tanto? —decía Beomgyu cada que yo cedía ante cualquier mínima frustración.

Ni siquiera yo sabía por qué lloraba tanto. Nunca me había cuestionado ninguna de mis acciones y, desde que él llegó a mi vida, tuve a alguien que me las señalaba a toda hora.

—¡Tienes que quitarte los zapatos si quieres brincar en el colchón! —yo le gritaba una y otra vez.

—¿Por qué siempre tienes que ser tan estricta? —me recriminaba una y otra vez.

No importaba cuántas veces venía a mi casa sólo para brincar en el colchón de mi casa, le gustaba hacerme enojar pretendiendo que no se sabía la regla de quitarse los zapatos para subirse a cualquier mueble.

Me parecía una molestia.

Mas, conforme pasaba el tiempo, fui acostumbrándome al hecho de que siempre viviría en la casa al lado de la mía, al hecho de que viniera a mi casa cada que estaba aburrido y al hecho de que me invitara a la suya para leer los libros en la estantería de su papá.

A Beomgyu no le gustaba leer, no obstante, sí sabía lo mucho que a mí me impresionaban los libros.

Él y yo éramos muy diferentes el uno al otro, como si nuestra relación se tratase de la interacción que existe entre el agua y el aceite. Tan cerca, pero tan dispares. Yo amaba el color rosa y él el color café. Él odiaba la biología y esa era mi materia favorita. Yo amaba el verano, y él prefería el otoño.

Él podía tocar la guitarra y yo una vez le había roto una cuerda.

Creo que esa fue la primera vez que lo vi llorar.

—Lo siento —dije, escondiéndome debajo del margen de la puerta de su habitación, estaba avergonzada y muy arrepentida— de verdad lo siento. No creí que se romperían si jalaba así. ¡Pensé que estaban hechas para ello!

—Era la primera guitarra que papá me había comprado, Hara —se limpió el moquillo de una larga sesión de lágrimas—. Me siento triste, pero te perdono.

Él se escondió en sus sábanas por un par de días, creyendo que su guitarra no tendría arreglo. ¡Yo pensé lo mismo! Hasta que decidí que lo mejor sería asaltar algunos wones de mi alcancía de chanchito para mandar a arreglar su guitarra. Me alivió escuchar al señor que me atendió diciendo que era normal que las cuerdas se desgastaran y eventualmente se rompieran. De este modo, yo sólo tuve que pagar el remplazo de una pequeña cuerda, recibiendo como premio un gran abrazo por parte de Beom, emocionado por volver a tener su guitarra intacta entre sus manos.

Por más que él acumulaba una y otra equivocación mía, siempre encontró la forma de perdonarme una y otra vez.

Él era piadoso y parecía quererme. Pero, aun así, sigo preguntándome e pregunto cómo es que siempre actuaba con tanta certeza y paciencia al tratarse de mí. A veces me dan ganas de preguntárselo, no obstante, no me gusta pensar que si llegara a hacerlo él se podría dar cuenta de que soy más un problema que una alegría en su vida.

Una vez, en una exposición de proyectos en la primaria, mi volcán no quiso hacer erupción, aun cuando lo había practicado miles de veces en el patio de la casa de Choi. Estaba tan frustrada, que él se encargó de correr a la máquina expendedora, agitar una gaseosa y abrirla cuando llegó mi turno. Todos me aplaudieron, y recibí una felicitación por el espectáculo que Choi había montado.

Otra vez, en uno de esos días en el que nos peleábamos por quién de los dos tenía el mejor juguete y obteníamos una bola de helado que nos servía el lindo hermano de Beom como recompensa de habernos reconciliado, se me cayó mi cono, embarrándome todo el brazo derecho. Choi jaló uno de los extremos de su playera para limpiarme mientras yo me reía por ver su ombligo expuesto.

Él siempre estaba para mí. Y yo a veces podía ser muy cruel con él.

Un día, subiendo a toda velocidad las escaleras de mi casa, se tropezó y cayó de sentón sobre mi muñeca favorita y, en lugar de preguntarle si se había lastimado, o si necesitaba ayuda para levantarse, le dejé de hablar durante toda una semana porque escuché el crujido de la señorita July debajo de él.

Lamento haber reaccionado tan mal tantas veces.

Espero que no lo recuerde, porque, nuestra amistad ha sido más larga que nuestras peleas, ¿verdad?

A pesar de todo, quise, y sigo queriendo, a Beomgyu, quizá más de lo que alguna vez he querido a alguien.

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⏰ Last updated: May 31 ⏰

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In Between| Choi BeomgyuWhere stories live. Discover now