The Heart of a Broken Story

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De las posibilidades nunca realizadas e historias de amor que no son imposibles porque nunca llegaron a ser.

Shorter escuchó el repiquetear de las manillas del reloj de la cocina, y como si de una rutina estudiada se tratase, realizó la cuenta regresiva en su mente

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Shorter escuchó el repiquetear de las manillas del reloj de la cocina, y como si de una rutina estudiada se tratase, realizó la cuenta regresiva en su mente.

El delicioso aroma de la comida friéndose en el wok que amablemente Nadia le había heredado mezclándose perfectamente como cada mañana en la que él fuera el encargado de hacer el desayuno, los anticuados estereotipos de que un alfa era un desastre en la cocina dejados de lado para los -tormentosos- días en los que Ash era el encargado de hacer la comida para los dos.

Shorter aún estaba de luto por la pérdida de sus dos únicos buenos sartenes antiadherentes, incapaz de creer aún como alguien con el coeficiente de un virtual genio no podía entender que los utensilios de metal no se utilizaban junto al teflón.

Ahogó un suspiro cansino, dedicándole unos segundos de silencio a sus caídas sartenes y apagando el fuego cuando supiera que la comida ya estaba en su punto. Justo en el momento en el cual la cuenta regresiva hubiera terminado.

Se llevó las manos a la cintura, observando críticamente la escalera que llevaba al segundo piso del departamento.

Nada. Eso ya no debería ser una sorpresa.

Chasqueó la lengua y frotó su rostro con molestia, mientras una expresión de aburrimiento se dibujaba en sus facciones. Ya ni siquiera sabía porqué esperaba, había sido la misma rutina desde hacía casi cinco años.

Subió a trompicones hacia donde estaban las habitaciones, dejando que sus pasos lo llevaran al mismo lugar que la mayoría de mañanas, abriendo la puerta de par en par, ignorando por completo el gruñido de molestia que llegó desde el cumulo de frazadas que era la cama desordenada. Se dirigió hacia los ventanales y abrió las persianas de par en par, dejando que la abundante luz de la mañana entrara sin decoro, directamente contra la cara del muy enfadado alfa, que ahora profería masticadas maldiciones junto con sus quejidos de rutina.

Pero un par de gruñidos y colmillos al aire no eran suficiente como para amilanar a Shorter, especialmente no si se trataba del mismo niño flacucho que hubiera conocido adolescente.

Aún si ese niño flacucho había sido capaz de acabar con la vida de más personas de las que pudiera contar, agregaría mentalmente, con un pequeño deje de sorna que nunca pasaba desapercibido.

—Nada de quejas—se apresuró a mascullar, mientras hacia su camino al comedor, deteniéndose sólo un segundo en la puerta de la habitación, observando con expresión desaprobadora la maraña de desordenado cabello rubio que le observaba junto a un par de ojos jade que parecían tener escrita la palabra violencia en ellos—Tú. Comedor. Ahora—dijo, asegurándose de puntuar cada palabra, como si hablara con un niño de primaria. De esos particularmente densos. Empero, lo único que obtuvo de Ash, fue un nuevo gruñido como respuesta. Shorter se limitó a rodar los ojos—Hoy es fin de semana. Lo sabes ¿verdad?

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⏰ Last updated: Jan 02 ⏰

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