04. El baile.

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No pasó mucho tiempo hasta que casi todo el club estaba con los ojos puestos en el escenario principal

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No pasó mucho tiempo hasta que casi todo el club estaba con los ojos puestos en el escenario principal.

La música cambió a una lenta y sensual y la gente comenzó a gritar por el cuerpo que comenzó a aparecer en el escenario. Había una plataforma que subía y en ella una mujer con una bata de seda negra y capucha que cubría todo su cuerpo y cabeza. Sana agarró la mano de Mina y ambas miraron sin pestañear a dicha mujer.

Una vez que estuvo a la misma altura del escenario, una luz morada se posó en ella. Gritos y más gritos se oyeron. Y luego la mujer se quitó la prenda negra, revelando un cuerpo cubierto por medias de red, tacones, corset de encaje y falda tableada bastante corta, todo de color blanco. Su cabello negro era corto y suelto, tenía labios rojos y mirada oscura.

—¡Esa es Momo!

—¡Momo, Momo!

El baile de Momo comenzó. Con pisadas fuertes, movimientos seguros y totalmente ida por la atención y el sonido de la canción. Ella bailaba como nacida del amor prohibido de un demonio y un ángel. Un cuerpo de infarto y una sonrisa dulce, consciente de lo que ella podía atraer.

Sus manos viajaban por su piel y escuchaba las frases obsenas del público. Pero algo captó su atención. Bueno, dos personas.

Los ojos de Momo conectaron con otros dos pares. Las dos mujeres que estaban sentadas al centro, viéndola directamente y con sus manos unidas. Incapaces de mirar otra persona. La bailarina conocía a esas parejas que venían juntas, pasaba más seguido de lo que pensó alguna vez. Pero nunca sintió nada por ellas. Y ahora que había conectado con ojos verdes de una castaña y ojos azules de una rubia, Momo quería impresionarlas. Quería que ambas no dejasen de adorarla.

Cuando la coreografía lo indicó, Momo se quitó el corset y dejó ver su sostén del mismo material y color. Sus ojos nunca miraron a otra parte además de a ellas dos. De hecho, ella les tiró la prenda que cayó en el regazo de la rubia. Ni siquiera con eso dejó de verla.

Se puso de espalda al público, llevando su pecho hacia abajo y mostrando su ropa interior debajo de la minúscula falda. Los gritos siguieron y cayeron billetes de grandes sumas sobre el suelo. Momo sonrió cuando la castaña cruzó sus piernas.

Continuó haciendo lo suyo. Era el turno del pole dance. Momo tenía piernas fuertes y lo dejó claro cuando continuó en el tubo, frotándose contra este e incluso, aún atenta a ese par, sacó su lengua y lamió el fierro lentamente. Sólo eso había causado un desastre entre los demás.

Y en la ojiazul también, porque sacó su propia lengua a penas para pasarla por sus labios.

Estaba llegando al final, tocaba que se fuera la falda. Así que lo hizo.

Momo siempre había pensado que en sus espectáculos, ella era la complacida por el público. Pero esta era la primera vez que buscaba complacer. Y creyó que lo hizo bien cuando en la pose final, las dos mujeres estaban con rostros rojos y miradas brillantes.

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⏰ Última actualización: Jan 23 ⏰

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