Marcaderiva segunda parte

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-¡eres tú!- exclamó Baela al saber que la persona que había "robado" a Vhagar era Aemond.
"Es él" pensó Visenya. El cuerpo se le llenó de orgullo y una pequeña sonrisa se le dibujó en el rostro. Aquel chiquillo que tanto había deseado tener un dragón, del que tanto se habían burlado, había conseguido reclamar al dragón más imponente de todos, a la reina de todos los dragones.
-Vhagar es el dragón de mi madre- continuó Baela.
-pero ella está muerta, ahora yo soy su nuevo jinete- aquellas palabras pronunciadas por Aemond desdibujaron rápidamente la sonrisa en el rostro de Visenya, la frialdad con que fueron pronunciadas, helaron el cuerpo de la niña que involuntariamente comenzó a temblar.
-¡iba a reclamarla!- seguía hablando furiosa Baela.
-haberlo hecho antes. Tus primos podrían buscarte un cerdo, es más para ti- siguió replicando Aemond. Era su venganza y la estaba disfrutando.
Rhaena hizo el intento de abalanzarse sobre el chiquillo pero Visenya la detuvo
-primas, sé que puede ser doloroso para vosotras porque acabáis de perder a vuestra madre y tenéis derecho a estar enfadadas, pero Aemond tiene razón, un jinete no elige a su dragón, es él quien elige a su jinete y Vhagar a elegido a Aemond- intentó suavizar la princesa que no imaginaba lo que sucedería segundos después. Las palabras de Visenya lejos de tranquilizarla, enfurecieron más a su prima que logró zafarse de su agarre y abalanzarse sobre Aemond. El chico tenía mucha más fuerza que ella por lo que no le costó mucho trabajo empujarla al suelo. Su hermana entonces avanzó hasta depositar un estruendoso puñetazo en la cara de Aemond que este no tardó en devolver "pégame otra vez y te echaré de comer a mi dragona" dijo el príncipe.
Visenya estaba asustada y veía que estaba perdiendo el control de la situación.
-¡ya está bien! ¡se acabó todo esto¡- exclamó la princesa pero la furia de los niños era inapagable y sus hermanos, en sus ansias de continuar con la pelea, empujaron sin querer a su hermana mayor quien torpemente tropezó hasta darse un golpe con la pared. Su mirada se nublaba y de su cabeza brotaba sangre, "parad por favor" es todo lo que consiguió articular Visenya.
Aquello molestó a Aemond ¿como se atrevían aquellos bastardos a golpear a su propia hermana? "no se la merecen" pensó Aemond, si él tuviese a un hermano como Visenya jamás lo trataría así. Aemond quiso justificarse ante sí mismo las siguientes acciones bajo aquel pretesto, la verdad era que el fuego del dragón se había encendido en él cuando vió caer la sangre de las sienes de la niña a la que amaba. Aemond cogió al pequeño Lucerys con una mano y con la otra, una piedra.
-¡morirás gritando entre las llamas igual que tu padre, bastardos!- gritó Aemond.
-¡mi padre está vivo!- contestó asfixiado el pequeño.
-Aemond tú no eres así, eres mayor que ellos, por favor, detén esta absurda pelea- se escuchó decir a Visenya en un susurro de voz. El golpe la había debilitado y no tenía fuerzas para levantarse.
Aemond la miró, esta vez sí. Por primera vez en todo el día la miró, la reconoció, vió a su Senya, a la chica que siempre creyó en él y que sabía, incluso cuando él estaba perdido, que sería capaz de reclamar a un gran dragón ¡cuánto le hubiese gustado ir a contarle que había reclamado a Vhagar! ¡que orgullosa se hubiera sentido! Pero no, por culpa de sus malditos hermanos bastardos, Visenya se había enterado de la peor forma. Aemond se perdió en sus violáceos ojos (otra vez) y de nuevo el Aemond que haría cualquier cosa por ella volvió, si ella le pedía que parase él lo haría.
Aquel día Aemond aprendió una gran lección, nunca mostrar debilidad a tus enemigos porque ellos sabrán aprovecharla. La debilidad de Aemond era Visenya y sus hermanos lo sabían. Mientras Aemond se perdía en los ojos de Visenya, Lucerys consiguió rebanarle el ojo a Aemond con una daga. Visenya fué su debilidad y por su culpa perdió el ojo.
-¡Aemond! ¡qué habéis hecho! ¡iba a parar!- Visenya gritó horrorizada al ver la escena -por los dioses Aemond... ¡id a pedir ayuda! ¡vamos! ¡no os quedéis ahí!- Visenya arropó a Aemond con sus brazos, su sangre se había fundido con la de él.








La madre de Visenya entró preocupada al salón del castillo al ver el rostro ensangrentado de sus hijos, iba acompañada por su tío, el príncipe Daemon al que la situación parecía divertirle.
-¿qué ha pasado Visenya?- habló la princesa haciendo uso de su instinto maternal.
-intenté detenerlos madre... pero ellos... ellos no me escuchan. Me golpearon y no pude hacer nada, lo siento mucho- dijo sollozando Visenya quien quería proteger a sus hermanos de sus propios actos.
-nos llamó bastardos- habló Lucerys omitiendo el resto de lo sucedido minutos antes.
El ambiente en la sala se iba tensando mientras un deteriorado pero enérgico rey, exigía saber lo ocurrido.
-fué un accidente- defendió Rhaenyra.
-¿un accidente? ¡El príncipe Lucerys llevó una daga para matar a mi hijo!- exclamó la reina.
-¡han sido mis hijos los atacados, tenían que defenderse!... se puso en duda su legitimidad- contraatacó la princesa de Rocadragón -esto es alta traición su majestad, interrogad al príncipe Aemond para averiguar de donde vienen tales calumnias-
-¿por un insulto? ¡Mi hijo ha perdido un ojo!- replicó una Alicent que no daba crédito a según ella, la desproporcionada proposición de Rhaenyra.
El rey exigió a Aemond que confesase quién le dijo aquella vil mentira y el príncipe miró a su madre pero, temiendo las repercusiones que tendría aquella acusación para ella, culpo a su hermano mayor. El rey estaba cansado y demandó a su familia, en calidad de abuelo, padre y rey, acabar con las disputas familiares pero la reina no estaba conforme.
-eso no es suficiente. Aemond ha sufrido un daño irreparable- apuntó Alicent.
-lo se Alicent ¿y qué quieres que haga?- exclamó exhausto el rey.
-la deuda debe saldarse, exijo un ojo de su hijo- habló sin titubear la dama de verde.
"Eso tendrá que ser por encima de mi cadáver" Visenya estaba asustada por sus hermanos pero bastaron aquellas palabras para disipar aquellos temores. Del temor pasó a la ira y cualquiera que se acercase a su hermano se enfrentaría a las llamas que abrasaban su interior. Del mismo modo protector que su madre, la princesa roja se colocó delante de su hermano por si la situación se descontrolaba. No iba armada, pero lucharía con uñas y dientes de ser necesario.
-es tu hijo Viserys, tu sangre- imploró la reina a su esposo y ante la negativa de este volvió a alzar la voz- si el rey no exige justicia lo hará la reina, ser Criston, traedme un ojo de Lucerys Velaryon- terminó de hablar una decidida Alicent
-tú no harás tal cosa- se escuchó hablar igual de decidida a la princesita.
Alicent desesperada al ver que no conseguiría nada de su esposo, le arrancó la daga de su funda y se abalanzó hacia Lucerys. Visenya iba a lanzarse hacia la reina, "le clavaré a esa zorra la daga en su podrido corazón" pero a mitad de camino, su abuelo, Lord Corlys, agarró a la pequeña en brazos quien pataleaba y pataleaba para conseguir zafarse del agarre.
Finalmente la reina consiguió herir a la princesa Rhaenyra en el brazo y ese gesto fué suficiente para despertar una tormenta en el interior de Visenya tan grande, que ni su propio abuelo pudo contener.
-¡pagarás por esto basura Hightower!-gritó enfurecida Visenya dejando a todos sorprendidos. El príncipe Daemon sonrió divertido ante el carácter de la hija de su sobrina.
-no lo sientas por mi, madre. Fue un intercambio justo, perdí un ojo pero gané un dragón- habló con frialdad Aemond. Visenya era puro fuego cuando era ofendida o cuando se trataba de proteger a los suyos, Aemond sin embargo, era hielo. Ambos estaban destinados a colisionar juntos.

 Ambos estaban destinados a colisionar juntos

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Vhagar se encontraba a punto de llevar a su nuevo jinete a la fortaleza roja cuando Visenya apareció.
-¿te irás sin despedirte?- reclamó Visenya a Aemond
-¿qué se supone que deba decir?- Le preguntó Aemond.
-no se, tal vez que me echarás de menos, que me escribirás... que cumplirás con lo que me prometiste antes de que me fuera de Desembarco del rey- Visenya no sabía bien que decir.
-¿como tú prometiste venir a verme en Meleys?- rió de forma irónica el príncipe. Aquelló dejó en silencio a la niña. El viento golpeaba el rostro de Visenya y hacía que la fuente de rizos plateados se agitara salvaje. A Aemond le pareció que se veía más hermosa que nunca.
-tienes razón, no cumplí con mi palabra, pero no porque no quisiera... Las cosas se complicaron- intentó justificarse Visenya- sé que nada volverá a ser como antes después de todo lo que ha pasado pero por favor, no quiero que me odies, es todo lo que te pido- terminó de hablar una apenada princesa.
-yo nunca podría odiarte- Aemond se acercó a ella y besó su mejilla y sin más, el príncipe escaló hasta llegar a la montura de Vhagar y alzó el vuelo dejando a una Visenya que contemplaba la escena sumida en sus propios pensamientos. A Aemond le hubiese encantado volver a besarla en los labios pero no dejaría que Visenya se convirtiese otra vez en su debilidad. En ese momento, Aemond estaba convencido de qué así sería. Pasarían muchos años hasta darse cuenta de lo equivocado que estaba.

 Pasarían muchos años hasta darse cuenta de lo equivocado que estaba

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Visenya en su segunda despedida con Aemond.


The Red Princess (Aemond Targaryen y Visenya Velaryon)Where stories live. Discover now