☃️19. Estrella☃️

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Camelia

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Camelia

Después de pensarlo un poco solo se me ocurrió ir nuevamente a las tiendas con Olwen. Creía que ver algunos productos y que él los rechazara sería buena idea para volver las cosas a lo que eran antes, pero mis planes no salieron tal como pensaba.

—Olwen, ¿qué te parece un perfume para mi abuela? Ella ama el aroma de los cerezos —tomé una muestra de los que había cerca a cada opción para enseñárselo.

—Está bien, digo puede que no —se corrigió rápidamente al sostener por su cuenta una botella de las repisas y evitarme con las muestras—. Aquí dice que puede causar alergias y ser peligroso al exponerse al calor, mejor veamos la sección de peluches —recomendó adelantándose nuevamente.

Antes de seguirlo tuve que devolver las muestras que había tomado a los estantes, pero cuando estaba terminado por accidente golpee el borde uno de ellos y las botellas estaban por caerme encima.

Trastabille queriendo alejarme y cuando pensé que caería cerré los ojos esperando el inevitable desastre que me esperaba. No solo tendría que pagar todas las botellas rotas, también mi ropa quedaría con el aroma a varios tipos de perfume por mucho tiempo.

—¿Estás bien? —dijo una voz que me sonó familiar.

Al abrir los ojos me encontré con el rostro de un chico que jamás había visto antes. Tenía el cabello blanco, aunque no parecía ser mayor que yo, probablemente solo tuviera uno  o dos años más. Sus ojos color azul claro fueron los que captaron toda mi atención por alguna razón se me hacían muy familiares.

—Señorita, ¿estás bien? —volvió a preguntas y entonces noté que aún sostenía mi cintura para evitar que tropezara.

—Sí, gracias —respondí tomando distancia—. Yo pagaré las botellas rotas no se preocupe —me apresure a aclarar, pero me miro extrañado.

—¿Qué botellas? —preguntó y me fije tras él que no había ningún desorden como pensaba.

—Creo que me equivoqué, de todos modos gracias —me despedí, pero pronto él se volvió a cruzar en mi camino.

—Espera, ¿al menos podrías decirme tu nombre? —preguntó pareciendo muy entrometido.

—Te encontré, vamos —dijo Olwen sin mirar al otro chico tomó mi mano y me sacó de ahí de inmediato.

Caminamos apresuradamente buscando alejarnos. Olwen no dijo nada hasta que llegamos a la sección de adornos y peluches.

—¿Qué pasó ahí? —preguntó finalmente.

—Me tropecé y él me ayudó. Es todo, aunque se me hace un poco extraño —confesé para contarle sobre sus ojos—. Parecía que había visto ese azul en otro lugar.

—No deberías acercarte a desconocidos —reclamo Olwen sonando molesto.

—Ya lo sé, no soy una niña. Además en mi familia hay un dicho, un desconocido es solo un amigo que todavía no tuvo la oportunidad de presentarse —replique buscando darle la contraria—. Ya que estamos aquí buscaré una nueva estrella para el árbol. Mi papá dijo que la anterior había tenido muchos años de uso, es hora de cambiarla —dije para ir a ver los adornos que habían en ahí.

La estrella del árbol simbolizaba la unión y los buenos deseos, además de la historia de la persona por la que se creo la festividad en primer lugar. No podía tomármela a la ligera al elegir una nueva, aunque mientras lo hacia mi mente seguía divagando entre cosas que no entendía. La primera era el secreto de Olwen con el zorro y el búho blanco, la segunda fue el beso que seguía inquietando mis latidos y por último estaban los ojos de aquel chico que acaba de conocer.

—Ten cuidado, no trates de tomar las que están tan alto —recomendó Olwen nuevamente cuestionando mis acciones.

Para darle la contraria me subí sobre un cajón de los estantes para alcanzar aquella estrella que estaba más arriba que todas. Si algo me molestaba es que me dijeran que hacer, ya no era una niña, mucho menos quería ser controlada por órdenes sin sentido. Al menos eso pensaba, podía ser que mi lado vanidoso hablando, pero cuando me di cuenta ya era demasiado tarde. Volvería a caerme y el estante encima.

—¡Ten cuidado! —advirtió Olwen y aunque pensé que me alcanzaría tarde, no lo hizo llegó justo a tiempo.

Se colocó detrás de mí y mientras que con una mano me sostenía por la cintura, con la otra mano libre uso magia para tener el estante que se cernía sobre nosotros. Lo detuvo como si el tiempo estuviera congelado y lo regresó a su lugar en un par de segundos asegurándose de que nadie lo viera.

Suspiro aún teniéndome sujetada como si me abrazara de espaldas, al parecer no se había dado cuenta hasta que terminó de usar la magia. Apenas lo noto me soltó, pero hasta a unos pasos de distancia podía escuchar los latidos de su corazón.

Continuará…

Continuará…

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Ángel De Nieve Where stories live. Discover now